viernes, 29 de julio de 2016

desafios de la sicologia a la teologia


Teol. vida v.43 n.1 Santiago  2002

http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492002000100003 

Ricardo Capponi M.
Profesor de la Facultad de Medicina
y de la Escuela de Psicología
Pontificia Universidad Católica de Chile

Desafíos de la psicología a la teología

La invitación a participar en este Seminario tiene una suerte de ambigüedad: por un lado, el acento está puesto en los desafíos que la psicología y la psiquiatría le presentan a la teología, desafíos que tienen un carácter teórico y estrictamente académico. Y, por otro, está aquello que aparece claramente expresado en la invitación, la cual termina planteando: "de este modo hemos querido hacer nuestro aporte a la reflexión en torno a la universidad". Creo que este alcance implica una exigencia más concreta, vinculada al examen del lugar que ocupa la Facultad de Teología en una universidad católica, y al desafío que ello representa.
Esta doble invitación me llevó, entonces, a formularme dos preguntas en forma paralela: ¿Cuáles son los desafíos que le propone la psicología a la teología? Y ¿cuáles son los desafíos que le hace un psiquiatra que trabaja en el Departamento de Psicología y de Psiquiatría de la Universidad Católica, a la Facultad de Teología de la Universidad Católica?
Me pareció adecuado reaccionar a ambas invitaciones. Primero pensé hacerlo en forma separada, pero luego tuve la impresión de que habría más debate y podría resultar más interesante si presentaba ambas reacciones entretejidas.
En años anteriores he asistido en dos oportunidades a los seminarios internos de profesores de esta Facultad de Teología. Tengo el recuerdo de una experiencia muy interesante y enriquecedora. Sin embargo, creo que estos encuentros no son de trabajo interdisciplinario propiamente tal, sino más bien de diálogo entre profesores y teólogos, un diálogo que nos motiva a hacer, en un futuro cercano, un trabajo verdaderamente interdisciplinario. En este sentido, mi intención es invitarlos a que hoy pensemos temas que pueden ser posteriormente elaborados en un trabajo en conjunto más acabado y minucioso.
En esta línea quiero plantear, en un estilo más bien coloquial, algunas de las tantas materias que, desde nuestra disciplina, cuesta compatibilizar con el conocimiento teológico católico. Más que abordar cuestiones de métodos, de teorías del conocimiento diferentes entre estas disciplinas (asunto que creo corresponde más bien a un abordaje filosófico), me referiré a asuntos concretos vinculados a las hipótesis sobre el funcionamiento mental propias de nuestro enfoque, que entran en colisión con posiciones teológicas.
LOS DESENCUENTROS ENTRE LA PSICOLOGÍA Y LA TEOLOGÍA
1.- Un primer desencuentro, que traigo inmediatamente a colación porque está en la base del objetivo que hoy nos proponemos, se refiere a un asunto que dificulta el trabajo interdisciplinario. Sé que hay muchas variables que influyen en este fenómeno, pero quiero amplificar una sola, con el fin de poner el tema en el tapete: la teología y los teólogos no se exponen, con toda la crudeza que ello significa, a un encuentro con otra área del saber. Y esto está conectado con un tema muy profundo, que pone en conflicto a nuestras disciplinas: "el pecado de pensamiento".
La concepción de desarrollo mental de nuestra disciplina se basa en la capacidad que tenga la mente para enfrentar todas aquellas difíciles situaciones en el desarrollo del ciclo vital que despiertan deseos, necesidades, angustias, temores y riesgos. Un aparato mental no expuesto, ya sea por sobreprotección paterna o por el uso de mecanismos defensivos sumamente rígidos y férreos que impiden la exposición a estos que podríamos llamar "los demonios" de la mente, es una mente que resultará a lo menos empobrecida, y muchas veces perturbada en su desarrollo.
La identidad auténtica y consistente que se cristaliza a finales de la adolescencia está directamente relacionada con la capacidad del sujeto de haberse permitido ¾y que le hayan permitido¾ interactuar, arriesgarse y, por lo tanto, elaborar todas aquellas situaciones que constituirían lo que en lenguaje teológico podríamos llamar ‘tentaciones’. Y ello porque la resolución de esas situaciones es uno de los más importantes factores que ayudan a constituir una identidad estable, sólida, auténtica y creativa.
Como no soy un conocedor en profundidad del pensamiento teológico, mis reflexiones surgen desde lo que supongo son los fundamentos del pensamiento católico, expresado a través de lo que me llega del pensamiento católico por el magisterio de la Iglesia Católica.
Con relación a este punto, me pareciera que, desde la doctrina católica y la teología que la sustenta, se plantea el desarrollo del alma ¾que sería el análogo a la psiquis¾ basado fundamentalmente en tres variables. Me refiero a: i) las identificaciones imitativas; ii) la obediencia sumisa a una autoridad por un lado idealizada, y por otro, temida; y iii) la evitación voluntaria y consciente de los temas que, explorados hasta las últimas consecuencias, podrían cuestionar el dogma ¾algo así como que una persona "sana" espiritualmente no se hace preguntas impertinentes que arriesguen su fe¾. Estas variables, si bien forman parte de un aprendizaje en la construcción de la identidad, implican un proceso que es más bien propio de las etapas primitivas del desarrollo mental.
Ejemplo de lo dicho es una situación que hasta el día de hoy me resulta incomprensible y que a mi juicio ilustra lo que estoy señalando: la prohibición de la película "La última tentación de Cristo" por las autoridades de la Iglesia chilena. Pero más allá de la prohibición, lo que me parece más grave es la carencia de un debate, de un encuentro interdisciplinario serio entre la fundamentación teológica de dicha prohibición, y la defensa desde nuestra disciplina que estudia los inevitables procesos de pensamiento propios de la condición humana natural cuando busca respuestas a los dilemas e interrogantes que plantea el existir y que en dicho filme se realizan en la persona de Jesús. Este es un tema sobre el cual podríamos hacer variadas y múltiples disquisiciones, pero que requeriría una aproximación más rigurosa, con la confluencia de un trabajo conjunto mucho más fino con ustedes, los teólogos.
La fuerza inspiradora de la teología emana del dato revelado, de la palabra de Dios. ¿Cómo acogemos ese dato, ese mensaje? ¿Desde un autoritarismo sometedor, o lo pasamos por el cedazo de nuestra propia experiencia? Y pasarlo por nuestra experiencia, ¿es experimentarlo desde nuestra naturaleza humana? ¿Qué es ese experimentar? ¿Sentir, actuar, pensar, fantasear? ¿Cómo, por ejemplo, podemos experimentar el odio para comprender y experimentar el amor, en un proceso que no sea destructivo, pero tampoco restrictivo? ¿El mecanismo psicológico que contribuye a sublimar la pulsión sexual está basado en la represión o negación del deseo, por lo tanto la representación sexual no aparece en nuestra mente? ¿O en el sacrificio doloroso que implica la renuncia a la representación placentera que aparece en nuestra conciencia?
En el ámbito de estas interrogantes, planteamos que la disciplina psicológica puede ayudarnos a vivir la experiencia como un evento que nos haga crecer, evitando así el empobrecimiento derivado del no experimentar. Es en este ámbito que echo de menos una reflexión teológica, posiblemente interdisciplinaria, que incorpore los elementos de la psicología moderna con relación a lo que significa contactarse con los conflictos despertados por el deseo y la necesidad anclados en nuestros instintos. Y ello sin recurrir a respuestas precipitadas que saturen rápidamente el conocimiento; respuestas que, más que verdades, son fórmulas destinadas a dar coherencia al discurso, el que adquiere así carácter de pensamiento fanático.
Creo que esto constituye uno de los desafíos más importantes de una universidad católica. E imagino ¾sin estar plenamente seguro de lo que digo¾ que la iniciativa y la denuncia requeridas debieran provenir de la Facultad de Teología.
Entiendo que la dificultad de tal tarea no proviene de falta de ocurrencia. Más bien, se trata de que las consecuencias que acarrea dicho acercamiento llevan a tener que asumir una limitación y finitud de las aspiraciones omnipotentes y de ese saber omnisciente al que la teología apunta, pretendiendo muchas veces desbordar los límites impuestos por la naturaleza de la condición humana precaria. Es una actitud que, en parte, proviene del peso de una tradición eclesial que durante más de 1.500 años de la cristiandad ha sido poseedora, almacenadora y administradora de la verdad y del conocimiento, en iglesias y monasterios.
Hay un segundo factor que incide en la prevalencia de la actitud descrita, relacionado este con la construcción conceptual que es propia de la teología. Ocurre que, con la crisis de la metafísica que tiene lugar a partir de Kant y desde la cual Dios deja de ser accesible (a no ser como postulado de la razón práctica), sumado con que a partir de los métodos históricos se relativiza el ser desde la contingencia, se hace necesario reinterpretar la verdad cristiana. Para hacerlo, la teología se levanta como una ontología férrea y compacta, cuyas concepciones básicas del ser no son cuestionadas. El peso de esta tradición metafísica en la teología aún tiene consecuencias.
Por último, refuerza todo lo anterior el hecho de que el objeto de estudio de la teología es una "verdad mesiánica". Esta inevitablemente es administrada por un grupo social, que constituye una institución para tal efecto: la Iglesia. Y estando la Iglesia compuesta por hombres, es proclive a las perversiones del poder, el cual¾por las características de su función¾ ya no busca la verdad, sino la omnisciencia. De esta forma logra administrar la tendencia psíquica grupal de dependencia con mayor capacidad de control.
2.- Relacionado con lo anterior, pero constituyente de un segundo punto de divergencia o conflicto entre la psicología y la teología ¾o desafío que plantea la primera a la segunda¾, está la sobrevaloración que hace el pensamiento teológico católico de lo cognitivo por sobre lo afectivo pulsional.
Cada vez que el pensamiento teológico trata de entender el fenómeno de la agresión destructiva llevada hasta sus últimos extremos, aparece una rápida superposición del predominio necesario del amor por sobre el odio, pero fundamentalmente como un recurso que tapa la posibilidad de abrir la condición humana agresiva, destructiva, envidiosa y narcisista. Y cuando se trata del tema sexual, hace un rápido giro de negación ¾o a lo más un pase entre mágico y misterioso¾ que transforma el deseo sexual en un sentimiento sublimado y de ternura. Esto se traduce en una dificultad para integrar los progresos y aportes de la psicología, de la etología, de la antropología y de la sociología en sus estudios sobre la condición humana, la cual se desborda constantemente en la agresión, el sexo y el poder. Frente a tales dificultades, los aportes de la doctrina católica a problemas contingentes resultan, si bien plagados de buenas intenciones, ingenuos en su contenido, y alejados cada vez más de la concepción antropológica enriquecida por el aporte del conocimiento científico.
3.- Un tercer punto de divergencia entre psicología y teología, también vinculado a los anteriores, dice relación con el desconocimiento por parte del pensamiento teológico rResultado de imagen para imagenes de psicologiaespecto de las fuerzas instintivo-pulsiResultado de imagen para imagenes de psicologiaonales primitivas ancladas en nuestra filogenia y que determinan en forma sustantiva n

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