Me gustaría Detalles de la personalidad de los 12 Apóstoles de Jesús?
Jesús utilizó hombres comunes para la actividad de su ministerio, era un grupo muy diverso y me gustaría detalles de ellos como seres humanos. Gracias.
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Mejor respuesta: Puede que mi respuesta te parezca algo extensa, de hecho lo es, pero te permite tener una vista muy clara de estos seres humanos que tuvieron el privilegio de iniciar la congregación o iglesia cristiana.
Por otro lado, permite que cada quién tenga una visión de lo que eran ellos como personas. Nunca olvidando que se tomó a individuos de entre el resto de la humanidad, con sus defectos y virtudes y que en si podían ayudar en mucho en adelantar la obra para la cual se les asignó.
Espero te sirva y lo disfrutes, si puedo hago luego un resumen con mi punto de vista, pero quiero primero colocar la investigación que hice, y creo que es la idea, colaborar en que todos aprendamos. Muchos éxitos.
Los 12 Apóstoles
Primero, sería bueno conocer de dónde viene el término griego, a•pó•sto•los se deriva del verbo a•po•stél•l_o, que simplemente significa “despachar; enviar”. (Mt 10:5; Mr 11:3.) No obstante, el término se aplica principalmente a los discípulos que Jesús seleccionó personalmente como cuerpo de doce representantes nombrados. Los nombres de los doce seleccionados en un principio se dan en Mateo 10:2-4; Marcos 3:16-19 y Lucas 6:13-16. Uno de los doce apóstoles, Judas Iscariote, resultó ser traidor, lo que cumplió lo ya anunciado en las profecías. (Sl 41:9; 109:8.) Se vuelve a mencionar los nombres de los once apóstoles fieles en Hechos 1:13. “Los nombres de los doce apóstoles son estos: Primero, Simón, al que llaman Pedro, y Andrés su hermano; y Santiago [hijo] de Zebedeo y Juan su hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el recaudador de impuestos; Santiago [hijo] de Alfeo, y Tadeo; Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que más tarde lo traicionó”
Algunos de los apóstoles habían sido discípulos de Juan el Bautista antes de llegar a serlo de Jesús. (Jn 1:35-42.) Once debieron ser galileos (Hch 2:7), y tan solo a Judas Iscariote se le consideraba natural de Judea. Provenían de la clase trabajadora: cuatro eran pescadores de oficio y uno había sido recaudador de impuestos. (Mt 4:18-21; 9:9-13.) Parece que por lo menos dos eran primos de Jesús (Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo). Los líderes religiosos consideraban a estos hombres “iletrados y del vulgo”, una señal de que su educación era elemental y no la que se obtenía en las escuelas de estudios superiores. Algunos, entre ellos Pedro (Cefas), estaban casados. (Hch 4:13; 1Co 9:5.)
Parece ser que Pedro, Santiago y Juan disfrutaron de una relación más estrecha con Jesús que el resto de los apóstoles. Solo ellos fueron testigos de la resurrección de la hija de Jairo (Mr 5:35-43) y de la transfiguración de Jesús (Mt 17:1, 2), y fueron los apóstoles que más se adentraron con él en el jardín de Getsemaní la noche de su detención. (Mr 14:32, 33.)
Existía al parecer una afinidad especial entre Jesús y Juan, y se considera que este es aquel a quien se hace referencia como el “discípulo a quien Jesús amaba”. (Jn 21:20-24; 13:23.)
Selección y primeros años de ministerio. Se seleccionó a los doce de entre un grupo más grande de discípulos, y Jesús los nombró apóstoles ‘para que continuaran con él y para que él los enviara [a•po•stél•l_ei] a predicar y a tener autoridad para expulsar los demonios’. (Mr 3:13-15.) Desde entonces, ‘continuaron con él’ en asociación muy estrecha durante el resto de su ministerio terrestre, recibiendo una instrucción intensiva a nivel personal y en el campo ministerial. (Mt 10:1-42; Lu 8:1.) Como alumnos de Jesús, se les siguió llamando discípulos, en particular en referencias a acontecimientos anteriores al Pentecostés (Mt 11:1; 14:26; 20:17; Jn 20:2), pero a partir de ese momento, siempre se les llama “apóstoles”.
Cuando fueron nombrados, Jesús les dio poderes milagrosos para curar enfermos y expulsar demonios, poderes que usaron hasta cierto grado durante el ministerio de Jesús. (Mr 3:14, 15; 6:13; Mt 10:1-8; Lu 9:6; compárese con Mt 17:16.) Sin embargo, esta actividad siempre estuvo subordinada a la obra principal de predicar. Si bien los apóstoles formaban un grupo íntimo de discípulos, en su instrucción y preparación no hubo ritos ni ceremonias misteriosos.
Debilidades humanas. A pesar de que se les favoreció mucho como apóstoles del Hijo de Dios, tuvieron los defectos y debilidades comunes a los seres humanos. Pedro tendía a ser irreflexivo e impetuoso (Mt 16:22, 23; Jn 21:7, 8), Tomás era difícil de convencer (Jn 20:24, 25) y tanto Santiago como Juan mostraban impaciencia inmadura. (Lu 9:49, 54.) Riñeron en cuanto a la cuestión de su futura grandeza en el reino terrenal que esperaba que Jesús estableciera. (Mt 20:20-28; Mr 10:35-45; compárese con Hch 1:6; Lu 24:21.) Así mismo, reconocieron que necesitaban más fe. (Lu 17:5; compárese con Mt 17:20.) A pesar de sus años de asociación íntima con Jesús, y aunque sabían que era el Mesías, todos le abandonaron cuando fue detenido (Mt 26:56), y tuvieron que ocuparse de su entierro otras personas. En un principio, a los apóstoles les costó aceptar el testimonio de las mujeres que vieron primero a Jesús después de su resurrección, y tenían tanto temor que se reunían con las puertas cerradas con llave. (Lu 24:10, 11; Jn 20:19, 26.) Jesús les amplió su conocimiento una vez resucitado, y después de su ascensión al cielo, al cuadragésimo día de resucitar, estos hombres demostraron un gran gozo y “estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios”. (Lu 24:44-53.)
1 Juan
Hijo de Zebedeo y Salomé (compárese con Mt 27:55, 56; Mr 15:40), y hermano del apóstol Santiago. Es probable que Juan fuese más joven que Santiago, ya que a este se le suele nombrar en primer lugar cuando se les menciona a los dos. (Mt 10:2; Mr 3:14, 16, 17; Lu 6:14; 8:51; 9:28; Hch 1:13.) Zebedeo se casó con Salomé, de la casa de David, que posiblemente era hermana carnal de María, la madre de Jesús.
Antecedentes. Parece que Juan provenía de una familia acomodada. Su padre Zebedeo tenía empleados en un negocio de pesca, del que Simón era socio. (Mr 1:19, 20; Lu 5:9, 10.) Salomé, la esposa de Zebedeo, estuvo entre las mujeres que acompañaron y sirvieron a Jesús mientras estaba en Galilea (compárese con Mt 27:55, 56; Mr 15:40, 41), y fue una de las que llevó especias con el fin de preparar el cuerpo de Jesús para su entierro. (Mr 16:1.) Del relato bíblico se desprende que Juan debió tener casa propia. (Jn 19:26, 27.)
Zebedeo y Salomé eran hebreos fieles, y debieron criar a Juan en la enseñanza de las Escrituras. Por lo general, se da por sentado que Juan era el discípulo de Juan el Bautista que se hallaba con Andrés cuando aquel les anunció: “¡Miren, el Cordero de Dios!”. El hecho de que aceptase rápidamente a Jesús como el Cristo revela su conocimiento de las Escrituras Hebreas. (Jn 1:35, 36, 40-42.) Aunque no se dice que Zebedeo se hiciera discípulo de Juan el Bautista o de Cristo, no parece que se haya opuesto a que sus dos hijos fuesen predicadores de tiempo completo con Jesús.
Cuando Juan y Pedro fueron llevados ante los gobernantes judíos, se les consideró “iletrados y del vulgo”. Sin embargo, esta expresión no quiere decir que fuesen incultos o analfabetos, sino que no habían estudiado en las escuelas rabínicas. Se dice, más bien, que “empezaron a reconocer, acerca de ellos, que solían estar con Jesús”. (Hch 4:13.)
Llega a ser discípulo de Cristo. Después de ser presentado a Jesucristo en el otoño de 29 E.C., Juan debió seguir a Jesús hasta Galilea y ser testigo ocular de su primer milagro en Caná. (Jn 2:1-11.) Puede que haya acompañado a Jesús desde Galilea a Jerusalén, y de nuevo cuando regresó a Galilea por Samaria; lo vívido del relato que escribió parece indicar que fue testigo ocular de los acontecimientos narrados. No obstante, el registro no lo especifica. (Jn 2–5.) Sin embargo, Juan continuó con su negocio de pesca durante algún tiempo después de conocer a Jesús. Al año siguiente, mientras Jesús caminaba junto al mar de Galilea, Santiago y Juan estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes. Él los llamó a un servicio de tiempo completo para que fuesen “pescadores de hombres”, y el relato de Lucas informa: “De modo que volvieron a traer las barcas a tierra, y abandonaron todo y le siguieron”. (Mt 4:18-22; Lu 5:10, 11; Mr 1:19, 20.) Más tarde, se les seleccionó para ser apóstoles del Señor Jesucristo. (Mt 10:2-4.)
Juan fue uno de los tres discípulos más allegados a Jesús. Él se llevó a Pedro, Santiago y Juan a la montaña de la transfiguración. (Mt 17:1, 2; Mr 9:2; Lu 9:28, 29.) También fueron los únicos apóstoles a los que se permitió entrar con Jesús en la casa de Jairo. (Mr 5:37; Lu 8:51.) Los tres tuvieron el privilegio de ser aquellos con los que Jesús se adentró más en el jardín de Getsemaní durante la noche en que fue traicionado, aunque entonces no captaron el significado pleno de la ocasión, pues hasta se quedaron dormidos tres veces y Jesús tuvo que despertarlos. (Mt 26:37, 40-45; Mr 14:33, 37-41.) Juan ocupó el lugar que quedaba al lado de Jesús en su última Pascua, en la que instituyó la Cena del Señor (Jn 13:23), y fue el discípulo que recibió el honor excepcional de que se le confiara el cuidado de la madre de Jesús cuando este murió. (Jn 21:7, 20; 19:26, 27.)
Juan en su evangelio. En su evangelio, Juan nunca se refiere a sí mismo por nombre, sino como uno de los hijos de Zebedeo o como el discípulo a quien Jesús amaba. Cuando habla de Juan el Bautista, le llama simplemente “Juan”, a diferencia de los otros evangelistas. Lo más natural es que esto lo hiciese alguien del mismo nombre, ya que no crearía ninguna confusión en cuanto a la persona de quien estaba hablando. Los demás tendrían que usar un sobrenombre, título u otros términos descriptivos para distinguir a quién se referían, como hace el propio Juan cuando habla de una de las Marías. (Jn 11:1, 2; 19:25; 20:1.)
Al examinar el escrito de Juan desde este punto de vista, resulta evidente que él era quien estaba con Andrés cuando Juan el Bautista les presentó a Jesucristo, aunque su nombre no se menciona. (Jn 1:35-40.) Después de la resurrección de Jesús, Juan adelantó a Pedro mientras corrían hacia la tumba para investigar si efectivamente había resucitado. (Jn 20:2-8.) Tuvo el privilegio de ver al resucitado Jesús aquella misma noche (Jn 20:19; Lu 24:36) y de nuevo a la semana siguiente. (Jn 20:26.) Fue uno de los siete que volvieron a la pesca y a quienes Jesús se apareció. (Jn 21:1-14.) Juan también estaba presente en la montaña de Galilea donde Jesús se apareció a los discípulos tras su resurrección y oyó personalmente el mandato: “Hagan discípulos de gente de todas las naciones”. (Mt 28:16-20.)
2 Pedro
(Trozo de Roca).
A este apóstol de Jesucristo se le llama de cinco maneras diferentes en las Escrituras: por el nombre hebreo “Symeón”, el griego “Simón” (de una raíz hebrea que significa “oír; escuchar”), “Pedro” (nombre griego que solo se le aplicó a él en las Escrituras), su equivalente semítico “Cefas” (quizás relacionado con el hebreo ke•fím [rocas], que se emplea en Job 30:6 y Jer 4:29) y la expresión “Simón Pedro”. (Hch 15:14; Mt 10:2; 16:16; Jn 1:42.)
Pedro era hijo de Juan, o Jonás. (Mt 16:17; Jn 1:42.) En un principio se dice que residía en Betsaida (Jn 1:44), y, más adelante, en Capernaum (Lu 4:31, 38), ambas ciudades situadas en la orilla septentrional del mar de Galilea. Pedro y su hermano Andrés se dedicaban al negocio de la pesca, junto con Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, “que eran partícipes con Simón”. (Lu 5:7, 10; Mt 4:18-22; Mr 1:16-21.) Por consiguiente, Pedro no era un pescador independiente, sino parte de una empresa de cierta envergadura. Aunque los líderes judíos consideraban a Pedro y a Juan “hombres iletrados y del vulgo”, esto no significa que fuesen analfabetos o ignorantes. El Nuevo Testamento Interlineal (de Francisco Lacueva, 1984, pág. 477) comenta en una nota a este texto que el término que se les aplicó, el plural de a•grám•ma•tos, en este contexto significa “que no habían estudiado en ninguna escuela rabínica”. (Compárese con Jn 7:14, 15; Hch 4:13.)
Como indica el registro bíblico, Pedro estaba casado, y parece que, al menos en los últimos años, su esposa le acompañó en algunos viajes misionales, si no en todos, como hicieron las esposas de otros apóstoles. (1Co 9:5.) Su suegra vivía en la casa que él y su hermano Andrés compartían. (Mr 1:29-31.)
Ministerio con Jesús. Su hermano Andrés —discípulo de Juan el Bautista— fue quien lo dirigió a Jesús, y Pedro fue uno de sus primeros discípulos. (Jn 1:35-42.) Precisamente en esta ocasión Jesús le dio el nombre Cefas (Pedro) (Jn 1:42; Mr 3:16), y es probable que este nombre fuera profético. Jesús, que pudo percibir que Natanael era un hombre ‘en quien no había engaño’, también pudo discernir el carácter de Pedro. Este, en efecto, manifestó cualidades comparables a las de una roca, en especial después de la muerte y resurrección de Jesús, al convertirse en una influencia fortalecedora para sus compañeros cristianos. (Jn 1:47, 48; 2:25; Lu 22:32.)
Más tarde, en Galilea, Pedro, su hermano Andrés y sus socios Santiago y Juan, recibieron la llamada de Jesús para ser “pescadores de hombres”. (Jn 1:35-42; Mt 4:18-22; Mr 1:16-18.) Jesús había escogido la barca de Pedro para hablar desde ella a la multitud que se encontraba en la orilla, y después hizo que se produjera una pesca milagrosa que impulsó a Pedro, quien al principio se había mostrado escéptico, a caer ante Jesús con temor. Tras este suceso, él y sus tres compañeros no vacilaron en abandonar su negocio para seguir a Jesús. (Lu 5:1-11.) Cuando Jesús escogió a sus doce “apóstoles”, o ‘enviados’, entre los que se hallaba Pedro, este ya llevaba aproximadamente un año de discipulado. (Mr 3:13-19.)
Jesús eligió de entre los apóstoles a Pedro, a Santiago y a Juan para que le acompañaran en varias ocasiones especiales, como la transfiguración (Mt 17:1, 2; Mr 9:2; Lu 9:28, 29), la resurrección de la hija de Jairo (Mr 5:22-24, 35-42) y durante su propia prueba en el jardín de Getsemaní (Mt 26:36-46; Mr 14:32-42). Estos apóstoles, junto con Andrés, fueron los que de modo personal le preguntaron a Jesús en cuanto a la destrucción de Jerusalén, su futura presencia y la conclusión del sistema de cosas. (Mr 13:1-3; Mt 24:3.) A pesar de que Pedro aparece junto a su hermano Andrés cuando se hace una relación de los apóstoles, en el registro de los acontecimientos anteriores y posteriores a la muerte y resurrección de Jesús, se le menciona con más frecuencia junto al apóstol Juan. (Lu 22:8; Jn 13:24; 20:2; 21:7; Hch 3:1; 8:14; compárese con Hch 1:13; Gál 2:9.) No se conoce la razón, si fue por afinidad natural entre ellos o porque Jesús los comisionó a trabajar juntos. (Compárese con Mr 6:7.)
Los evangelios recogen más declaraciones de Pedro que de cualquiera de los otros once apóstoles. Se ve con claridad que no era tímido ni indeciso, sino de carácter extravertido. Este hecho hizo que hablara antes que los demás y que expresara su parecer cuando otros permanecían en silencio. Asimismo, planteó preguntas que hicieron que Jesús aclarase y ampliase sus ilustraciones. (Mt 15:15; 18:21; 19:27-29; Lu 12:41; Jn 13:36-38; compárese con Mr 11:21-25.) A veces fue impulsivo e impetuoso al hablar. Por ejemplo, fue él quien sintió la necesidad de decir algo al presenciar la transfiguración. (Mr 9:1-6; Lu 9:33.) Su comentario, un tanto irreflexivo, sobre lo provechoso de estar allí y su proposición de edificar tres tiendas, parecen indicar que no quería que terminara la visión (en la que Moisés y Elías ya se estaban separando de Jesús), sino que continuara. La noche de la última Pascua en un principio se negó enérgicamente a que Jesús le lavase los pies, pero al ser reprendido quiso también que le lavase la cabeza y las manos. (Jn 13:5-10.) Sin embargo, se puede ver que en el fondo las expresiones de Pedro nacían de sus buenos deseos e intenciones, así como de sus fuertes sentimientos. El hecho de que se hayan incluido en el registro bíblico pone de manifiesto su valor, aunque a veces revelan ciertas flaquezas humanas de quien las pronunció.
Por ejemplo, cuando muchos discípulos tropezaron por la enseñanza de Jesús y lo abandonaron, Pedro, en nombre de todos los apóstoles, manifestó su determinación de permanecer con su Señor, quien tenía “dichos de vida eterna [...], el Santo de Dios”. (Jn 6:66-69.) Después que los apóstoles respondieron a la pregunta de Jesús acerca de lo que opinaba la gente sobre su identidad, de nuevo fue Pedro quien expresó la firme convicción: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, por lo que Jesús lo pronunció bienaventurado o “feliz”. (Mt 16:13-17.)
Pedro fue quien más veces habló, pero también fue a quien con más frecuencia se corrigió, reprendió o censuró. En una ocasión, movido por la compasión, cometió el error de atreverse a llevar a Jesús aparte y reprenderlo por haber predicho sus propios sufrimientos y su muerte como Mesías. Jesús le dio la espalda y le dijo que era un opositor, o Satanás, que ponía los razonamientos humanos por delante del propósito de Dios registrado en la profecía. (Mt 16:21-23.) Sin embargo, debe notarse que Jesús ‘miró a los otros discípulos’, lo que parece dar a entender que sabía que Pedro expresaba sentimientos que los demás compartían. (Mr 8:32, 33.) Cuando Pedro se tomó la libertad de hablar en nombre de Jesús respecto al pago de cierto impuesto, Jesús, de manera muy bondadosa, le ayudó a reconocer la necesidad de ser más reflexivo antes de hablar. (Mt 17:24-27.) Pedro manifestó exceso de confianza y cierto sentimiento de superioridad sobre los otros once cuando afirmó que aunque ellos tropezaran con relación a Jesús, él nunca lo haría, y estaría dispuesto a ir a prisión e incluso morir con Jesús. Es cierto que todos los demás respaldaron esta afirmación, pero Pedro fue el primero en decirlo y reafirmarlo “con insistencia”. Fue entonces cuando Jesús predijo que Pedro negaría a su Señor tres veces. (Mt 26:31-35; Mr 14:30, 31; Lu 22:33, 34.)
Pedro no solo era un hombre de palabras, sino de acción: demostró iniciativa, valor y un fuerte apego a su Señor. Cuando Jesús se retiró a un lugar solitario antes del amanecer, para orar, Simón no tardó mucho en ‘ir en su busca’ con un grupo de acompañantes. (Mr 1:35-37.) También fue Pedro quien pidió a Jesús que le ordenase andar sobre las aguas azotadas por la tormenta para llegar hasta donde él se hallaba, y anduvo cierta distancia antes de ceder a la duda y empezar a hundirse. (Mt 14:25-32.)
Durante la última noche de la vida terrestre de Jesús, Pedro, Santiago y Juan tuvieron el privilegio de acompañarlo al jardín de Getsemaní, donde Jesús se ocupó en orar con fervor. Al igual que los demás apóstoles, Pedro se durmió debido al cansancio y la tensión producida por la tristeza. Quizás debido a que Pedro había expresado reiteradamente su determinación de seguir a Jesús, fue a él en particular a quien se dirigió cuando dijo: “¿No pudieron siquiera mantenerse alerta una hora conmigo?”. (Mt 26:36-45; Lu 22:39-46.) Pedro no se ‘ocupó en orar’, y sufrió las consecuencias.
Cuando los discípulos vieron que la chusma estaba a punto de prender a Jesús, preguntaron si deberían luchar, pero Pedro, sin esperar respuesta, intervino cortando con la espada la oreja de un hombre (acción con la que posiblemente pretendía causar un daño mayor), para luego ser censurado por Jesús. (Mt 26:51, 52; Lu 22:49-51; Jn 18:10, 11.) Aunque Pedro abandonó a Jesús, al igual que los otros discípulos, luego siguió “de lejos” a la chusma que fue a detenerle, tal vez debatiéndose entre el temor por su propia vida y su profunda preocupación respecto a lo que le sucedería a Jesús. (Mt 26:57, 58.)
Una vez que Pedro llegó a la casa del sumo sacerdote, otro discípulo que debía haberle seguido o acompañado le ayudó para que pudiese entrar hasta el mismo patio. (Jn 18:15, 16.) Una vez allí, no permaneció discretamente callado en algún rincón oscuro, sino que fue y se calentó en el fuego. El resplandor hizo posible que se le reconociese como compañero de Jesús, y su acento galileo dio pábulo a las sospechas. Al ser acusado, Pedro negó por tres veces que conociese a Jesús, y, finalmente, llevado por la vehemencia de su negación, llegó a echar maldiciones. Desde alguna parte de la ciudad se oyó a un gallo cantar por segunda vez, y Jesús “se volvió y miró a Pedro”. Este, abatido, salió fuera y lloró amargamente. (Mt 26:69-75; Mr 14:66-72; Lu 22:54-62; Jn 18:17, 18; véanse CANTO DEL GALLO; JURAMENTO.) Sin embargo, la súplica que Jesús había hecho a favor de Pedro con anterioridad recibió respuesta, y su fe no desfalleció por completo. (Lu 22:31, 32.)
Después de la muerte y resurrección de Jesús, el ángel les dijo a las mujeres que fueron a la tumba que llevaran un mensaje a “sus discípulos y a Pedro”. (Mr 16:1-7; Mt 28:1-10.) Cuando María Magdalena comunicó el mensaje a Pedro y a Juan, los dos salieron corriendo hacia la tumba y Juan llegó primero. Mientras que este se detuvo frente a la tumba y tan solo miró al interior, Pedro entró hasta dentro, seguido luego por Juan. (Jn 20:1-8.) El que Jesús se le apareciera antes que al grupo de discípulos y el que el ángel le hubiese nombrado específicamente a él, debió confirmar al arrepentido Pedro que su triple negación no había cortado para siempre su relación con el Señor. (Lu 24:34; 1Co 15:5.)
Antes que Jesús se manifestara a los discípulos en el mar de Galilea (Tiberíades), Pedro, con su característico dinamismo, dijo a los demás que se iba a pescar, y ellos decidieron acompañarlo. Más tarde, cuando Juan reconoció a Jesús en la playa, Pedro se echó al agua impulsivamente y nadó a tierra, dejando que los demás llevaran la barca. No obstante, fue Pedro quien luego, al pedir Jesús unos peces, se fue y llevó la red a la orilla. (Jn 21:1-13.) En esta ocasión Jesús le preguntó tres veces a Pedro (quien había negado tres veces a su Señor) si le amaba, dándole la comisión de ‘pastorear sus ovejas’. Jesús también predijo cómo moriría Pedro, quien al ver al apóstol Juan, preguntó: “Señor, ¿qué hará este?”. Una vez más, Jesús corrigió su punto de vista y le señaló la necesidad de que ‘fuera su seguidor’, sin preocuparse por lo que los demás pudieran hacer. (Jn 21:15-22.)
3 Santiago - Hijo de Zebedeo;
Hermano de Juan y uno de los doce apóstoles de Jesucristo. (Mt 10:2.) Parece ser que su madre se llamaba Salomé, según se deduce al comparar dos relatos del mismo acontecimiento. Uno menciona a “la madre de los hijos de Zebedeo”, y el otro la llama “Salomé”. (Mt 27:55, 56; Mr 15:40, 41; véase SALOMÉ núm. 1.) La comparación de estos relatos con el de Juan 19:25 parece indicar que Salomé era la hermana carnal de María, la madre de Jesús. En ese caso, Santiago sería primo hermano de Jesús.
En el año 30 E.C., Santiago y su hermano estaban trabajando con su padre en el negocio de la pesca cuando Jesús los llamó, al igual que a sus socios Pedro y Andrés, para que fuesen sus discípulos y “pescadores de hombres”. En respuesta a la llamada de Jesús, Santiago y Juan dejaron aquel negocio de pesca, que era lo bastante importante como para tener asalariados y formar una sociedad con Pedro y Andrés. (Mt 4:18-22; Mr 1:19, 20; Lu 5:7-10.)
Al año siguiente, 31 E.C., cuando Jesús designó a doce de sus discípulos para que fuesen apóstoles, Santiago fue uno de los seleccionados. (Mr 3:13-19; Lu 6:12-16.)
A Pedro, Santiago y Juan se les menciona varias veces juntos y en compañía estrecha con Cristo. Por ejemplo, estos tres fueron los únicos que estuvieron presentes con él en el monte de la transfiguración (Mt 17:1, 2), fueron los únicos apóstoles que recibieron la invitación de entrar en la casa para ser testigos de la resurrección de la hija de Jairo (Lu 8:51) y fueron quienes estuvieron más cerca de Jesús en Getsemaní mientras él oraba aquella última noche. (Mr 14:32-34.) Pedro, Santiago y Juan, junto con Andrés, fueron los que preguntaron a Jesús cuándo vendría la predicha destrucción del templo de Jerusalén y cuál sería la señal de su presencia y de la conclusión del sistema de cosas. (Mr 13:3, 4.) A Santiago siempre se le menciona junto con su hermano Juan, y en la mayoría de los casos su nombre es el que aparece en primer lugar, lo que quizás indique que era el mayor de los dos. (Mt 4:21; 10:2; 17:1; Mr 1:19, 29; 3:17; 5:37; 9:2; 10:35, 41; 13:3; 14:33; Lu 5:10; 6:14; 8:51; 9:28, 54; Hch 1:13.)
Jesús dio a Santiago y a su hermano el sobrenombre de Boanerges, término semítico que significa “Hijos del Trueno” (Mr 3:17), quizás debido a su naturaleza enérgica, fogosa y entusiástica. En una ocasión, por ejemplo, cuando ciertos samaritanos no mostraron hospitalidad a Jesús, Santiago y Juan querían hacer bajar fuego del cielo para aniquilarlos. Aunque Jesús los reprendió por pedir tal venganza, aquella actitud indicaba su justa indignación y también su fe. (Lu 9:51-55.) También abrigaban la ambición de ocupar los puestos más importantes en el Reino, a la derecha y a la izquierda de Jesús, y al parecer hicieron que su madre (posiblemente la tía de Jesús) le solicitara tales favores. Después de explicar que esas decisiones las toma el Padre, Jesús aprovechó la oportunidad para señalar que ‘el que quisiera ser el primero entre ellos tenía que ser esclavo de ellos’. (Mt 20:20-28.)
Santiago debió morir en el año 44 E.C. Herodes Agripa I hizo que lo ejecutaran con la espada. Fue el primero de los doce apóstoles que murió mártir. (Hch 12:1-3.)
4 Santiago de Alfeo
Otro apóstol de Jesucristo; hijo de Alfeo. (Mt 10:2, 3; Mr 3:18; Lu 6:15; Hch 1:13.) Generalmente se cree que Alfeo y Clopas eran la misma persona, lo que es bastante probable, en cuyo caso la madre de Santiago sería María, “la madre de Santiago el Menos y de Josés”. (Jn 19:25; Mr 15:40; Mt 27:56.) Puede que se le haya llamado Santiago el Menos debido a ser de menor estatura o más joven que el otro apóstol Santiago, el hijo de Zebedeo.
5 Judas Tadeo
Uno de los doce apóstoles, llamado también Tadeo y “Judas hijo de Santiago”. En las listas de los apóstoles registradas en Mateo 10:3 y Marcos 3:18, se menciona juntos a Santiago, el hijo de Alfeo, y a Tadeo; mientras que en Lucas 6:16 y Hechos 1:13 Tadeo no está incluido y en su lugar aparece “Judas hijo de Santiago”, lo que lleva a la conclusión de que Tadeo era otro nombre con el que se conocía al apóstol Judas. Es posible que a veces se emplease el nombre Tadeo para no confundir a los dos apóstoles llamados Judas. Algunos traductores vierten Lucas 6:16 y Hechos 1:13 de la siguiente forma: “Judas hermano de Santiago”, ya que en griego no se indica el grado de parentesco. No obstante, en la Peshitta siriaca se incluye la palabra “hijo”. Como consecuencia, varias versiones optan por la lectura: “Judas, hijo de Santiago [o, Jacobo]” (BAS; BI; FF; HAR; LT; NM; Val, 1989). La única referencia bíblica en la que aparece el nombre de Judas solo es Juan 14:22. Este versículo se refiere a él como “Judas, no el Iscariote”, lo que permite distinguir al Judas del que se habla.
En Mateo 10:3, algunas versiones (Besson; ENP; PNT; TNV; Val; VP, edición de España) incluyen antes de “Tadeo” la expresión “Lebeo, por sobrenombre”, o algo similar. Esta lectura, que concuerda con el “texto recibido”, se omite en el texto más reciente de Westcott y Hort, pues no aparece en algunos manuscritos, como, por ejemplo, el Sinaítico.
6 Judas Iscariote
Hijo de Simón y apóstol infame que traicionó a Jesús. La Biblia suministra poca información directa sobre su familia y sus antecedentes. Tanto él como su padre se llamaban Iscariote. (Lu 6:16; Jn 6:71.) Por lo general se ha entendido que este término indicaba que eran de Queriyot-hezrón, un pueblo de Judea. De ser así, entonces Judas era el único de los doce apóstoles que procedía de Judea, ya que los demás eran galileos.
La primera vez que se menciona a Judas en los relatos evangélicos es en la lista de los apóstoles, algún tiempo después de la Pascua de 31 E.C. y alrededor de un año y medio después que Jesús empezó su ministerio. (Mr 3:19; Lu 6:16.) Es lógico pensar que Judas había sido discípulo por cierto tiempo antes de que Jesús le hiciese apóstol. Aunque muchos escritores presentan una imagen totalmente negativa de Judas, es obvio que durante un tiempo fue un discípulo favorecido por Dios y por Jesús, como lo prueba su elección para apóstol. Además, se le confió el cuidado del dinero que tenían en común Jesús y los doce, lo que habla favorablemente de su confiabilidad en aquel tiempo y de sus aptitudes y cultura, pues aunque Mateo tenía experiencia en la administración de dinero y en matemáticas, no recayó en él esta responsabilidad. (Jn 12:6; Mt 10:3.) Sin embargo, Judas se corrompió por completo y sin remisión alguna. Esta debe ser la razón por la que se le coloca el último en la lista de los apóstoles, y se le llama Judas “que más tarde lo traicionó” o “que se volvió traidor”. (Mt 10:4; Lu 6:16.)
Se corrompe. Cuando se acercaba la Pascua de 32 E.C., a Judas y al resto de los apóstoles se les envió a predicar. (Mt 10:1, 4, 5.) Poco después de que Judas regresó y cuando aún no había transcurrido un año desde que se le hizo apóstol, Cristo lo denunció públicamente, aunque no dijo su nombre. Algunos discípulos dejaron a Jesús, escandalizados por sus enseñanzas, pero Pedro dijo que los doce se adherirían a él. En respuesta, Jesús reconoció que él había escogido a los doce, pero dijo: “Uno de ustedes es calumniador [gr. di•á•bo•los, que significa “diablo” o “calumniador”]”. El relato explica que Judas ya era un calumniador y que “iba a traicionarlo, aunque era uno de los doce”. (Jn 6:66-71.)
Juan dice en relación con este incidente: “Jesús supo desde el principio [...] quién era el que lo traicionaría”. (Jn 6:64.) Gracias a las profecías de las Escrituras Hebreas, Cristo sabía que lo traicionaría un asociado íntimo. (Sl 41:9; 109:8; Jn 13:18, 19.) Debido a su presciencia, Dios había visto que tal persona se volvería traidora; pero no concuerda con las cualidades de Dios y con sus tratos en el pasado pensar que Judas tenía que fallar, como si estuviese predestinado. (Véase PRESCIENCIA, PREDETERMINACIÓN.) Antes bien, como ya se ha mencionado, al principio de su apostolado Judas era fiel a Dios y a Jesús. Por consiguiente, cuando Juan dijo que Jesús lo reconoció “desde el principio”, se refería al tiempo en el que Judas comenzó a comportarse mal y a ceder a la imperfección y a las inclinaciones pecaminosas. (Jn 2:24, 25; Rev 1:1; 2:23.) Judas debió saber que él era el “calumniador” al que Jesús había hecho alusión, pero continuó viajando con Jesús y con los apóstoles fieles sin hacer ningún cambio.
La Biblia no entra en detalles en cuanto a los motivos de su proceder corrupto, pero un incidente ocurrido el 9 de Nisán de 33 E.C., cinco días antes de la muerte de Jesús, aclara este aspecto. En Betania, en la casa de Simón el leproso, María, la hermana de Lázaro, ungió a Jesús con un aceite perfumado valorado en 300 denarios, aproximadamente el salario de un año para un trabajador. (Mt 20:2.) Judas protestó con vehemencia, aduciendo que el aceite podía haberse vendido y el dinero “dado a los pobres”. Por lo visto, otros apóstoles simplemente asintieron a lo que parecía ser una razón válida, pero Jesús los reprendió. La verdadera razón de Judas para presentar su objeción era que tenía a su cargo la caja del dinero y “era ladrón [...] y se llevaba el dinero” que se ponía en ella. De manera que para aquel entonces el codicioso Judas ya había hecho del robo una práctica. (Jn 12:2-7; Mt 26:6-12; Mr 14:3-8.)
El precio de la traición. Es muy posible que Judas se sintiera herido por la reprensión de Jesús en cuanto al uso del dinero. En ese momento “Satanás entró en Judas”, probablemente en el sentido de que este apóstol traidor cedió a la voluntad del Diablo y permitió que le utilizase para llevar a cabo sus designios y truncar así el cometido de Cristo. Unos días después, el 12 de Nisán, Judas fue a los principales sacerdotes y a los capitanes del templo para ver cuánto le pagarían por traicionar a Jesús, con lo que volvió a poner en evidencia su avaricia. (Mt 26:14-16; Mr 14:10, 11; Lu 22:3-6; Jn 13:2.) Los principales sacerdotes se habían reunido aquel día con los “ancianos del pueblo”, los hombres influyentes del Sanedrín. (Mt 26:3.) Es posible que se llamase a los capitanes del templo debido a su influencia y con el fin de dar una apariencia legal a la detención que se planeara contra Jesús.
¿Por qué ofrecieron los líderes religiosos judíos solamente 30 piezas de plata por la traición de Jesús?
El precio ofrecido fue 30 piezas de plata (66 dólares [E.U.A.], si eran siclos). (Mt 26:14, 15.) Parece ser que los líderes religiosos fijaron esta cantidad con el propósito de mostrar su desprecio por Jesús y que lo consideraban de poco valor. Según Éxodo 21:32, el precio de un esclavo era de 30 siclos. Esa fue la cantidad que le pagaron a Zacarías, “treinta piezas de plata”, por su labor como pastor del pueblo. Jehová despreció esta cantidad por lo escasa que era, y consideró el salario que se le dio a Zacarías como un exponente del aprecio que el pueblo infiel sentía por Dios mismo. (Zac 11:12, 13.) Por consiguiente, al ofrecer solo 30 piezas de plata por Jesús, los líderes religiosos dieron a entender que no valía mucho. Al mismo tiempo cumplieron Zacarías 11:12, donde se predijo que tratarían a Jehová como de poco valor al tratar así al representante que Él había enviado para pastorear a Israel. El corrupto Judas “consintió [en el precio], y se puso a buscar una buena oportunidad para traicionarlo [a Jesús] a ellos sin que estuviera presente una muchedumbre”. (Lu 22:6.)
La última noche con Jesús. A pesar de haberse vuelto contra Cristo, Judas continuó con él. El 14 de Nisán del año 33 E.C. se reunió con Jesús y los apóstoles para celebrar la Pascua. En el transcurso de la cena de la Pascua, Jesús ministró a sus apóstoles lavándoles humildemente los pies. Hipócritamente, Judas también permitió que Jesús se los lavase a él. Pero Jesús dijo: “No todos ustedes están limpios”. (Jn 13:2-5, 11.) También mencionó que uno de los apóstoles que en aquellos momentos estaba allí, en la mesa, lo traicionaría. Tal vez para evitar dar la impresión de que era el culpable, Judas preguntó si era él. Para identificarle, Jesús mojó un bocado y se lo dio a Judas, diciéndole: “Lo que haces, hazlo más pronto”. (Mt 26:21-25; Mr 14:18-21; Lu 22:21-23; Jn 13:21-30.)
Judas dejó el grupo inmediatamente. Al comparar Mateo 26:20-29 con Juan 13:21-30 se ve que partió antes de que Jesús instituyera la celebración de la Cena del Señor. Es evidente que Lucas no presenta este incidente en estricto orden cronológico, pues Judas sin duda ya había partido para cuando Cristo encomió al grupo por haber continuado con constancia a su lado, un encomio que Judas no merecía, como tampoco merecía el que se le hubiese introducido en el “pacto [...] para un reino”. (Lu 22:19-30.)
Más tarde, Judas halló a Jesús y a sus fieles apóstoles en el jardín de Getsemaní, un lugar que el traidor conocía bien, pues se habían reunido allí en otras ocasiones. Llevaba consigo una gran multitud, entre la que se hallaban soldados romanos y un comandante militar. La chusma portaba garrotes y espadas, así como antorchas y lámparas, que necesitarían en caso de que las nubes cubriesen la luna llena o Jesús se hallara en un lugar oscuro. Los romanos no reconocerían a Jesús, por lo que, según una señal acordada de antemano, Judas saludó a Cristo y, en un acto de hipocresía, “lo besó muy tiernamente”, lo que sirvió para identificarlo. (Mt 26:47-49; Jn 18:2-12.) Algún tiempo después, Judas se sintió abrumado por su culpabilidad. Por la mañana, intentó devolver las 30 piezas de plata, pero los principales sacerdotes rehusaron aceptarlas. Finalmente, arrojó el dinero en el templo. (Mt 27:1-5.)
Su muerte. Según Mateo 27:5, Judas se ahorcó. Sin embargo, Hechos 1:18 dice: “Cayendo de cabeza, reventó ruidosamente por en medio, y todos sus intestinos quedaron derramados”. Mateo dice cómo intentó suicidarse, mientras que en Hechos se registra el resultado. Combinando ambos relatos, parece que Judas intentó ahorcarse sobre algún peñasco, pero la cuerda o la rama se rompió, de modo que cayó y se reventó en las rocas que había debajo. La topografía de los alrededores de Jerusalén permite esta explicación.
En lo que respecta a su muerte, también surge la pregunta en cuanto a quién compró con las 30 piezas de plata el campo donde lo sepultaron. Según Mateo 27:6, 7, los principales sacerdotes decidieron que no podían colocar el dinero en la tesorería sagrada, así que ellos lo usaron para comprar el campo. El relato de Hechos 1:18, 19, dice sobre Judas: “Este mismo hombre, por tanto, compró un campo con el salario de la injusticia”. La respuesta parece ser que los sacerdotes compraron el campo, pero, como Judas aportó el dinero, se le podía atribuir el hecho a él. El doctor A. Edersheim señaló: “No era lícito introducir en la tesorería del templo, para la adquisición de cosas sagradas, dinero obtenido de manera ilegal. En estos casos, la ley judía disponía que se devolviese el dinero al donante, y si este insistía en darlo, había que inducirle a que lo dedicara a algo de beneficio público [...]. Por una ficción legal se entendía que el dinero era de Judas, y que él lo había destinado a la compra del conocido ‘campo del alfarero’”. (The Life and Times of Jesus the Messiah, 1906, vol. 2, pág. 575.) Esta compra sirvió para que se cumpliese la profecía de Zacarías 11:13.
Judas actuó deliberadamente, con maldad, codicia, orgullo, hipocresía e intriga. Después sintió remordimiento bajo el peso de la culpa, como le podría suceder a un asesino ante el resultado de su crimen. Sin embargo, por propia iniciativa, negoció con aquellos de quienes Jesús dijo que hacían prosélitos que estaban sujetos al Gehena dos veces más que ellos mismos y que también estaban expuestos al “juicio del Gehena”. (Mt 23:15, 33.) En la última noche de su vida terrestre, Jesús dijo con relación a Judas: “Le hubiera sido mejor a aquel hombre no haber nacido”. Más tarde, le llamó “el hijo de destrucción”. (Mr 14:21; Jn 17:12; Heb 10:26-29.)
Su sustitución. Entre la ascensión de Jesús y el día del Pentecostés de 33 E.C. Pedro, aplicando la profecía del Salmo 109:8, explicó a un grupo de unos 120 discípulos que se habían reunido, que parecía apropiado seleccionar un sustituto para Judas. Se propusieron dos candidatos y se echaron suertes; resultó escogido Matías, ‘para que tomara el lugar de este ministerio y apostolado, del cual Judas se había desviado para ir a su propio lugar’. (Hch 1:15, 16, 20-26.)
7 Mateo
(probablemente, una forma abreviada del heb. Matitías, que significa: “Dádiva de Jehová”).
Un judío, también llamado Leví, que llegó a ser apóstol de Jesucristo y escritor del evangelio que lleva su nombre. Era hijo de un tal Alfeo, y fue recaudador de impuestos antes de llegar a ser uno de los discípulos de Jesús. (Mt 10:3; Mr 2:14; véase RECAUDADOR DE IMPUESTOS.) Las Escrituras no revelan si Leví tenía también el nombre de Mateo antes de hacerse discípulo de Jesús, si lo recibió en aquel tiempo o si Jesús se lo dio cuando lo nombró apóstol.
Poco después de comenzar Jesús su ministerio en Galilea (30 o principios de 31 E.C.), llamó a Mateo, que estaba en “la oficina de los impuestos” de Capernaum o de sus inmediaciones. (Mt 9:1, 9; Mr 2:1, 13, 14.) ‘Dejándolo todo atrás, Mateo se levantó y se fue siguiendo a Jesús.’ (Lu 5:27, 28.) Quizás para celebrar que le habían llamado para seguir a Cristo, “hizo un gran banquete de recepción”, al que asistieron Jesús y sus discípulos, así como muchos recaudadores de impuestos y pecadores. Este hecho molestó a los fariseos y los escribas, quienes murmuraron debido a que Cristo comía y bebía con los recaudadores de impuestos y los pecadores. (Lu 5:29, 30; Mt 9:10, 11; Mr 2:15, 16.)
Más tarde, después de la Pascua de 31 E.C., Jesús seleccionó a los doce apóstoles, y Mateo fue uno de ellos. (Mr 3:13-19; Lu 6:12-16.) Aunque la Biblia hace varias referencias a los apóstoles como grupo, no vuelve a mencionar por nombre a Mateo hasta después de la ascensión de Cristo al cielo. Mateo vio al resucitado Jesucristo (1Co 15:3-6), recibió sus instrucciones de despedida y presenció cómo ascendía al cielo. Luego, él y los otros apóstoles volvieron a Jerusalén. Allí, en un aposento alto, estaban alojados los apóstoles, y se dice específicamente que Mateo se encontraba entre ellos. De manera que debió ser uno de los aproximadamente ciento veinte discípulos que recibieron el espíritu santo en el día del Pentecostés del año 33 E.C. (Hch 1:4-15; 2:1-4.)
8 Andrés
(de una raíz griega que significa: “hombre; varón”; probablemente: Varonil).
Hermano de Simón Pedro e hijo de Jonás (Juan). (Mt 4:18; 16:17.) Aunque la ciudad natal de Andrés era Betsaida, él y Simón vivían juntos en Capernaum cuando Jesús los llamó para que llegaran a ser “pescadores de hombres”. (Mr 1:16, 17, 21, 29; Jn 1:44.) Ambas ciudades estaban en la orilla septentrional del mar de Galilea, donde los dos hermanos se ocupaban del negocio de la pesca en sociedad con Santiago y Juan. (Mt 4:18; Mr 1:16; Lu 5:10.)
Andrés fue primero discípulo de Juan el Bautista (Jn 1:35, 40), y en el otoño del año 29 E.C., mientras estaba en la Betania del lado oriental del río Jordán, oyó a Juan el Bautista presentar a Jesús como “el Cordero de Dios”. (Jn 1:29.) Junto con otro discípulo (probablemente Juan), siguió a Jesús hasta su alojamiento y pronto se convenció de que había hallado al Mesías. Luego fue a buscar a su hermano Simón, le dijo a quién había hallado y lo condujo a Jesús. (Jn 1:36-41.) Los dos hermanos regresaron a su negocio de la pesca, pero, de seis meses a un año más tarde, después de la detención de Juan el Bautista, Jesús los invitó, junto a Santiago y a Juan, para que fueran “pescadores de hombres”. Inmediatamente abandonaron sus redes y empezaron a acompañar a Jesús. (Mt 4:18-20; Mr 1:14, 16-20.) Con el tiempo, los cuatro llegaron a ser apóstoles, y llama la atención el que en todas las listas de los apóstoles se mencione a Andrés entre los cuatro primeros. (Mt 10:2; Mr 3:18; Lu 6:14.)
A partir de entonces, a Andrés solo se le menciona de pasada. Se hace referencia a la ocasión en la que él y Felipe tratan con Jesús el problema de alimentar a unos cinco mil hombres, ocasión en la que el propio Andrés menciona que hay a mano un poco de comida, aunque él mismo ve que su recomendación es de muy poco valor práctico. (Jn 6:8, 9.) Al tiempo de la última fiesta pascual que celebraron juntos, Felipe se acercó a Andrés para consultarle sobre ciertos griegos que querían ver a Jesús, y ambos fueron a decírselo a él. (Jn 12:20-22.) Andrés era uno de los cuatro que en el monte de los Olivos le preguntaron a Jesús por la señal que marcaría el tiempo de la conclusión del sistema de cosas. (Mr 13:3.) A Andrés se le menciona por última vez poco después de la ascensión de Jesús. (Hch 1:13.)
9 Felipe
1. Uno de los primeros discípulos que estuvo entre los doce apóstoles de Jesucristo. En los relatos de Mateo, Marcos y Lucas, a Felipe solo se le menciona por nombre en las listas de los apóstoles. (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:14.) El relato de Juan es el único que da alguna información detallada sobre él.
Felipe era de la misma ciudad que Pedro y Andrés, a saber, Betsaida, en la orilla N. del mar de Galilea. Cuando oyó la invitación de Jesús: “Sé mi seguidor”, actuó de manera muy parecida a como lo había hecho Andrés el día antes. Andrés había buscado a su hermano Simón Pedro y lo había llevado a Jesús; luego Felipe hizo lo mismo con Natanael (Bartolomé), diciendo: “Hemos hallado a aquel de quien Moisés, en la Ley, y los Profetas escribieron, a Jesús, hijo de José, de Nazaret. [...] Ven y ve”. (Jn 1:40, 41, 43-49.) La declaración de que “Jesús halló a Felipe” puede indicar que ya se conocían, como también las palabras de Felipe a Natanael, pues Felipe dio el nombre de Jesús, de su familia y hasta mencionó su residencia. No se dice si existía alguna relación entre Felipe y Natanael (Bartolomé) aparte de la amistad, pero por lo general se les coloca juntos en las listas bíblicas, a excepción de en Hechos 1:13.
Con motivo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cinco días antes de la Pascua del año 33 E.C. (Mr 11:7-11), algunos griegos quisieron ver a Jesús, y le pidieron a Felipe que los presentase. Quizás se dirigieron a él atraídos por su nombre griego, o simplemente porque fue el primero a quien pudieron preguntar. De todas formas, Felipe no se sintió con autoridad de satisfacer la petición de estos griegos (quizás prosélitos), por lo que consultó primero a Andrés, con quien se le menciona en otras partes (Jn 6:7, 8) y quien tal vez tuviese una relación más estrecha con Jesús. (Compárese con Mr 13:3.) Juntos, y sin llevar consigo a los griegos, presentaron la petición a Jesús para que él decidiera. (Jn 12:20-22.) Esta actitud prudente y algo cautelosa se refleja en la respuesta que dio a la pregunta de Jesús sobre alimentar a la multitud, e incluso en su petición (hecha después de las preguntas bastante directas de Pedro y Tomás): “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”. (Jn 6:5-7; 13:36, 37; 14:5-9.) Su tacto en el trato contrasta con la manera de ser de Pedro, directa y brusca, y por lo tanto los breves relatos en los que se menciona a Felipe dejan entrever la variedad de personalidades de los apóstoles que Jesús escogió.
Debido a su estrecha relación con Natanael (Bartolomé) y con los hijos de Zebedeo, es posible que Felipe fuese uno de los dos discípulos a quienes no se identifica y que estaban en la orilla del mar de Galilea cuando el resucitado Jesús se apareció. (Jn 21:2.)
10 Bartolomé
(Hijo de Tolmai).
Uno de los doce apóstoles de Jesús, identificado por lo general con Natanael. Al comparar los relatos evangélicos, se ve que Mateo y Lucas relacionan a Bartolomé y Felipe de la misma manera que Juan asocia el nombre de Natanael con Felipe. (Mt 10:3; Lu 6:14; Jn 1:45, 46.) Para examinar los detalles sobre la actividad de este apóstol, véase NATANAEL.
11 Tomás
Apóstol de Jesucristo al que se llamaba “El Gemelo”, o Dídimo. (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:15; Jn 11:16, nota.) Parece ser que era algo impetuoso al expresar sus sentimientos o sus dudas. Sin embargo, cuando estas quedaban aclaradas, no vacilaba en confesar su creencia.
Cuando Jesús propuso regresar a Judea para despertar a Lázaro de la muerte, Tomás dijo: “Vamos nosotros también, para que muramos con él”. (Jn 11:16.) Como los judeos habían intentado apedrear a Jesús poco antes (Jn 11:7, 8), Tomás quizás intentaba animar a los otros discípulos a acompañar a Jesús aunque esto pudiera suponer unirse a Lázaro o a Jesús mismo en la muerte.
Cuando Jesús comentó que iba a preparar un lugar para los apóstoles, Tomás mostró que tenía dudas, pues dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo sabemos el camino?”. (Jn 14:2-6.) De manera similar, después de oír que Jesús había resucitado, declaró: “A menos que vea en sus manos la impresión de los clavos y meta mi dedo en la impresión de los clavos y meta mi mano en su costado, de ninguna manera creeré”. Ocho días después, cuando Jesús se apareció de nuevo a los discípulos, tuvo la oportunidad de hacer lo que había dicho. Sin embargo, no se especifica si realmente tocó las heridas en aquella ocasión. De todos modos, se convenció, y exclamó: “¡Mi Señor y mi Dios!”. Luego Cristo lo reprendió apaciblemente, diciendo: “Felices son los que no ven y sin embargo creen”. (Jn 20:24-29.)
12 Simón
Apóstol de Jesucristo, al que se distingue de Simón Pedro mediante el término “cananita”. (Mt 10:4; Mr 3:18.) Aunque es posible que se le aplicara el adjetivo z_e•l_o•t_es debido a que en un tiempo hubiese pertenecido a los celotes, un partido judío opuesto a los romanos, también puede ser que tuviera el sentido de “celoso” o “fervoroso” en sentido religioso. (Lu 6:15; Hch 1:13.)
Por otro lado, permite que cada quién tenga una visión de lo que eran ellos como personas. Nunca olvidando que se tomó a individuos de entre el resto de la humanidad, con sus defectos y virtudes y que en si podían ayudar en mucho en adelantar la obra para la cual se les asignó.
Espero te sirva y lo disfrutes, si puedo hago luego un resumen con mi punto de vista, pero quiero primero colocar la investigación que hice, y creo que es la idea, colaborar en que todos aprendamos. Muchos éxitos.
Los 12 Apóstoles
Primero, sería bueno conocer de dónde viene el término griego, a•pó•sto•los se deriva del verbo a•po•stél•l_o, que simplemente significa “despachar; enviar”. (Mt 10:5; Mr 11:3.) No obstante, el término se aplica principalmente a los discípulos que Jesús seleccionó personalmente como cuerpo de doce representantes nombrados. Los nombres de los doce seleccionados en un principio se dan en Mateo 10:2-4; Marcos 3:16-19 y Lucas 6:13-16. Uno de los doce apóstoles, Judas Iscariote, resultó ser traidor, lo que cumplió lo ya anunciado en las profecías. (Sl 41:9; 109:8.) Se vuelve a mencionar los nombres de los once apóstoles fieles en Hechos 1:13. “Los nombres de los doce apóstoles son estos: Primero, Simón, al que llaman Pedro, y Andrés su hermano; y Santiago [hijo] de Zebedeo y Juan su hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el recaudador de impuestos; Santiago [hijo] de Alfeo, y Tadeo; Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que más tarde lo traicionó”
Algunos de los apóstoles habían sido discípulos de Juan el Bautista antes de llegar a serlo de Jesús. (Jn 1:35-42.) Once debieron ser galileos (Hch 2:7), y tan solo a Judas Iscariote se le consideraba natural de Judea. Provenían de la clase trabajadora: cuatro eran pescadores de oficio y uno había sido recaudador de impuestos. (Mt 4:18-21; 9:9-13.) Parece que por lo menos dos eran primos de Jesús (Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo). Los líderes religiosos consideraban a estos hombres “iletrados y del vulgo”, una señal de que su educación era elemental y no la que se obtenía en las escuelas de estudios superiores. Algunos, entre ellos Pedro (Cefas), estaban casados. (Hch 4:13; 1Co 9:5.)
Parece ser que Pedro, Santiago y Juan disfrutaron de una relación más estrecha con Jesús que el resto de los apóstoles. Solo ellos fueron testigos de la resurrección de la hija de Jairo (Mr 5:35-43) y de la transfiguración de Jesús (Mt 17:1, 2), y fueron los apóstoles que más se adentraron con él en el jardín de Getsemaní la noche de su detención. (Mr 14:32, 33.)
Existía al parecer una afinidad especial entre Jesús y Juan, y se considera que este es aquel a quien se hace referencia como el “discípulo a quien Jesús amaba”. (Jn 21:20-24; 13:23.)
Selección y primeros años de ministerio. Se seleccionó a los doce de entre un grupo más grande de discípulos, y Jesús los nombró apóstoles ‘para que continuaran con él y para que él los enviara [a•po•stél•l_ei] a predicar y a tener autoridad para expulsar los demonios’. (Mr 3:13-15.) Desde entonces, ‘continuaron con él’ en asociación muy estrecha durante el resto de su ministerio terrestre, recibiendo una instrucción intensiva a nivel personal y en el campo ministerial. (Mt 10:1-42; Lu 8:1.) Como alumnos de Jesús, se les siguió llamando discípulos, en particular en referencias a acontecimientos anteriores al Pentecostés (Mt 11:1; 14:26; 20:17; Jn 20:2), pero a partir de ese momento, siempre se les llama “apóstoles”.
Cuando fueron nombrados, Jesús les dio poderes milagrosos para curar enfermos y expulsar demonios, poderes que usaron hasta cierto grado durante el ministerio de Jesús. (Mr 3:14, 15; 6:13; Mt 10:1-8; Lu 9:6; compárese con Mt 17:16.) Sin embargo, esta actividad siempre estuvo subordinada a la obra principal de predicar. Si bien los apóstoles formaban un grupo íntimo de discípulos, en su instrucción y preparación no hubo ritos ni ceremonias misteriosos.
Debilidades humanas. A pesar de que se les favoreció mucho como apóstoles del Hijo de Dios, tuvieron los defectos y debilidades comunes a los seres humanos. Pedro tendía a ser irreflexivo e impetuoso (Mt 16:22, 23; Jn 21:7, 8), Tomás era difícil de convencer (Jn 20:24, 25) y tanto Santiago como Juan mostraban impaciencia inmadura. (Lu 9:49, 54.) Riñeron en cuanto a la cuestión de su futura grandeza en el reino terrenal que esperaba que Jesús estableciera. (Mt 20:20-28; Mr 10:35-45; compárese con Hch 1:6; Lu 24:21.) Así mismo, reconocieron que necesitaban más fe. (Lu 17:5; compárese con Mt 17:20.) A pesar de sus años de asociación íntima con Jesús, y aunque sabían que era el Mesías, todos le abandonaron cuando fue detenido (Mt 26:56), y tuvieron que ocuparse de su entierro otras personas. En un principio, a los apóstoles les costó aceptar el testimonio de las mujeres que vieron primero a Jesús después de su resurrección, y tenían tanto temor que se reunían con las puertas cerradas con llave. (Lu 24:10, 11; Jn 20:19, 26.) Jesús les amplió su conocimiento una vez resucitado, y después de su ascensión al cielo, al cuadragésimo día de resucitar, estos hombres demostraron un gran gozo y “estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios”. (Lu 24:44-53.)
1 Juan
Hijo de Zebedeo y Salomé (compárese con Mt 27:55, 56; Mr 15:40), y hermano del apóstol Santiago. Es probable que Juan fuese más joven que Santiago, ya que a este se le suele nombrar en primer lugar cuando se les menciona a los dos. (Mt 10:2; Mr 3:14, 16, 17; Lu 6:14; 8:51; 9:28; Hch 1:13.) Zebedeo se casó con Salomé, de la casa de David, que posiblemente era hermana carnal de María, la madre de Jesús.
Antecedentes. Parece que Juan provenía de una familia acomodada. Su padre Zebedeo tenía empleados en un negocio de pesca, del que Simón era socio. (Mr 1:19, 20; Lu 5:9, 10.) Salomé, la esposa de Zebedeo, estuvo entre las mujeres que acompañaron y sirvieron a Jesús mientras estaba en Galilea (compárese con Mt 27:55, 56; Mr 15:40, 41), y fue una de las que llevó especias con el fin de preparar el cuerpo de Jesús para su entierro. (Mr 16:1.) Del relato bíblico se desprende que Juan debió tener casa propia. (Jn 19:26, 27.)
Zebedeo y Salomé eran hebreos fieles, y debieron criar a Juan en la enseñanza de las Escrituras. Por lo general, se da por sentado que Juan era el discípulo de Juan el Bautista que se hallaba con Andrés cuando aquel les anunció: “¡Miren, el Cordero de Dios!”. El hecho de que aceptase rápidamente a Jesús como el Cristo revela su conocimiento de las Escrituras Hebreas. (Jn 1:35, 36, 40-42.) Aunque no se dice que Zebedeo se hiciera discípulo de Juan el Bautista o de Cristo, no parece que se haya opuesto a que sus dos hijos fuesen predicadores de tiempo completo con Jesús.
Cuando Juan y Pedro fueron llevados ante los gobernantes judíos, se les consideró “iletrados y del vulgo”. Sin embargo, esta expresión no quiere decir que fuesen incultos o analfabetos, sino que no habían estudiado en las escuelas rabínicas. Se dice, más bien, que “empezaron a reconocer, acerca de ellos, que solían estar con Jesús”. (Hch 4:13.)
Llega a ser discípulo de Cristo. Después de ser presentado a Jesucristo en el otoño de 29 E.C., Juan debió seguir a Jesús hasta Galilea y ser testigo ocular de su primer milagro en Caná. (Jn 2:1-11.) Puede que haya acompañado a Jesús desde Galilea a Jerusalén, y de nuevo cuando regresó a Galilea por Samaria; lo vívido del relato que escribió parece indicar que fue testigo ocular de los acontecimientos narrados. No obstante, el registro no lo especifica. (Jn 2–5.) Sin embargo, Juan continuó con su negocio de pesca durante algún tiempo después de conocer a Jesús. Al año siguiente, mientras Jesús caminaba junto al mar de Galilea, Santiago y Juan estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes. Él los llamó a un servicio de tiempo completo para que fuesen “pescadores de hombres”, y el relato de Lucas informa: “De modo que volvieron a traer las barcas a tierra, y abandonaron todo y le siguieron”. (Mt 4:18-22; Lu 5:10, 11; Mr 1:19, 20.) Más tarde, se les seleccionó para ser apóstoles del Señor Jesucristo. (Mt 10:2-4.)
Juan fue uno de los tres discípulos más allegados a Jesús. Él se llevó a Pedro, Santiago y Juan a la montaña de la transfiguración. (Mt 17:1, 2; Mr 9:2; Lu 9:28, 29.) También fueron los únicos apóstoles a los que se permitió entrar con Jesús en la casa de Jairo. (Mr 5:37; Lu 8:51.) Los tres tuvieron el privilegio de ser aquellos con los que Jesús se adentró más en el jardín de Getsemaní durante la noche en que fue traicionado, aunque entonces no captaron el significado pleno de la ocasión, pues hasta se quedaron dormidos tres veces y Jesús tuvo que despertarlos. (Mt 26:37, 40-45; Mr 14:33, 37-41.) Juan ocupó el lugar que quedaba al lado de Jesús en su última Pascua, en la que instituyó la Cena del Señor (Jn 13:23), y fue el discípulo que recibió el honor excepcional de que se le confiara el cuidado de la madre de Jesús cuando este murió. (Jn 21:7, 20; 19:26, 27.)
Juan en su evangelio. En su evangelio, Juan nunca se refiere a sí mismo por nombre, sino como uno de los hijos de Zebedeo o como el discípulo a quien Jesús amaba. Cuando habla de Juan el Bautista, le llama simplemente “Juan”, a diferencia de los otros evangelistas. Lo más natural es que esto lo hiciese alguien del mismo nombre, ya que no crearía ninguna confusión en cuanto a la persona de quien estaba hablando. Los demás tendrían que usar un sobrenombre, título u otros términos descriptivos para distinguir a quién se referían, como hace el propio Juan cuando habla de una de las Marías. (Jn 11:1, 2; 19:25; 20:1.)
Al examinar el escrito de Juan desde este punto de vista, resulta evidente que él era quien estaba con Andrés cuando Juan el Bautista les presentó a Jesucristo, aunque su nombre no se menciona. (Jn 1:35-40.) Después de la resurrección de Jesús, Juan adelantó a Pedro mientras corrían hacia la tumba para investigar si efectivamente había resucitado. (Jn 20:2-8.) Tuvo el privilegio de ver al resucitado Jesús aquella misma noche (Jn 20:19; Lu 24:36) y de nuevo a la semana siguiente. (Jn 20:26.) Fue uno de los siete que volvieron a la pesca y a quienes Jesús se apareció. (Jn 21:1-14.) Juan también estaba presente en la montaña de Galilea donde Jesús se apareció a los discípulos tras su resurrección y oyó personalmente el mandato: “Hagan discípulos de gente de todas las naciones”. (Mt 28:16-20.)
2 Pedro
(Trozo de Roca).
A este apóstol de Jesucristo se le llama de cinco maneras diferentes en las Escrituras: por el nombre hebreo “Symeón”, el griego “Simón” (de una raíz hebrea que significa “oír; escuchar”), “Pedro” (nombre griego que solo se le aplicó a él en las Escrituras), su equivalente semítico “Cefas” (quizás relacionado con el hebreo ke•fím [rocas], que se emplea en Job 30:6 y Jer 4:29) y la expresión “Simón Pedro”. (Hch 15:14; Mt 10:2; 16:16; Jn 1:42.)
Pedro era hijo de Juan, o Jonás. (Mt 16:17; Jn 1:42.) En un principio se dice que residía en Betsaida (Jn 1:44), y, más adelante, en Capernaum (Lu 4:31, 38), ambas ciudades situadas en la orilla septentrional del mar de Galilea. Pedro y su hermano Andrés se dedicaban al negocio de la pesca, junto con Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, “que eran partícipes con Simón”. (Lu 5:7, 10; Mt 4:18-22; Mr 1:16-21.) Por consiguiente, Pedro no era un pescador independiente, sino parte de una empresa de cierta envergadura. Aunque los líderes judíos consideraban a Pedro y a Juan “hombres iletrados y del vulgo”, esto no significa que fuesen analfabetos o ignorantes. El Nuevo Testamento Interlineal (de Francisco Lacueva, 1984, pág. 477) comenta en una nota a este texto que el término que se les aplicó, el plural de a•grám•ma•tos, en este contexto significa “que no habían estudiado en ninguna escuela rabínica”. (Compárese con Jn 7:14, 15; Hch 4:13.)
Como indica el registro bíblico, Pedro estaba casado, y parece que, al menos en los últimos años, su esposa le acompañó en algunos viajes misionales, si no en todos, como hicieron las esposas de otros apóstoles. (1Co 9:5.) Su suegra vivía en la casa que él y su hermano Andrés compartían. (Mr 1:29-31.)
Ministerio con Jesús. Su hermano Andrés —discípulo de Juan el Bautista— fue quien lo dirigió a Jesús, y Pedro fue uno de sus primeros discípulos. (Jn 1:35-42.) Precisamente en esta ocasión Jesús le dio el nombre Cefas (Pedro) (Jn 1:42; Mr 3:16), y es probable que este nombre fuera profético. Jesús, que pudo percibir que Natanael era un hombre ‘en quien no había engaño’, también pudo discernir el carácter de Pedro. Este, en efecto, manifestó cualidades comparables a las de una roca, en especial después de la muerte y resurrección de Jesús, al convertirse en una influencia fortalecedora para sus compañeros cristianos. (Jn 1:47, 48; 2:25; Lu 22:32.)
Más tarde, en Galilea, Pedro, su hermano Andrés y sus socios Santiago y Juan, recibieron la llamada de Jesús para ser “pescadores de hombres”. (Jn 1:35-42; Mt 4:18-22; Mr 1:16-18.) Jesús había escogido la barca de Pedro para hablar desde ella a la multitud que se encontraba en la orilla, y después hizo que se produjera una pesca milagrosa que impulsó a Pedro, quien al principio se había mostrado escéptico, a caer ante Jesús con temor. Tras este suceso, él y sus tres compañeros no vacilaron en abandonar su negocio para seguir a Jesús. (Lu 5:1-11.) Cuando Jesús escogió a sus doce “apóstoles”, o ‘enviados’, entre los que se hallaba Pedro, este ya llevaba aproximadamente un año de discipulado. (Mr 3:13-19.)
Jesús eligió de entre los apóstoles a Pedro, a Santiago y a Juan para que le acompañaran en varias ocasiones especiales, como la transfiguración (Mt 17:1, 2; Mr 9:2; Lu 9:28, 29), la resurrección de la hija de Jairo (Mr 5:22-24, 35-42) y durante su propia prueba en el jardín de Getsemaní (Mt 26:36-46; Mr 14:32-42). Estos apóstoles, junto con Andrés, fueron los que de modo personal le preguntaron a Jesús en cuanto a la destrucción de Jerusalén, su futura presencia y la conclusión del sistema de cosas. (Mr 13:1-3; Mt 24:3.) A pesar de que Pedro aparece junto a su hermano Andrés cuando se hace una relación de los apóstoles, en el registro de los acontecimientos anteriores y posteriores a la muerte y resurrección de Jesús, se le menciona con más frecuencia junto al apóstol Juan. (Lu 22:8; Jn 13:24; 20:2; 21:7; Hch 3:1; 8:14; compárese con Hch 1:13; Gál 2:9.) No se conoce la razón, si fue por afinidad natural entre ellos o porque Jesús los comisionó a trabajar juntos. (Compárese con Mr 6:7.)
Los evangelios recogen más declaraciones de Pedro que de cualquiera de los otros once apóstoles. Se ve con claridad que no era tímido ni indeciso, sino de carácter extravertido. Este hecho hizo que hablara antes que los demás y que expresara su parecer cuando otros permanecían en silencio. Asimismo, planteó preguntas que hicieron que Jesús aclarase y ampliase sus ilustraciones. (Mt 15:15; 18:21; 19:27-29; Lu 12:41; Jn 13:36-38; compárese con Mr 11:21-25.) A veces fue impulsivo e impetuoso al hablar. Por ejemplo, fue él quien sintió la necesidad de decir algo al presenciar la transfiguración. (Mr 9:1-6; Lu 9:33.) Su comentario, un tanto irreflexivo, sobre lo provechoso de estar allí y su proposición de edificar tres tiendas, parecen indicar que no quería que terminara la visión (en la que Moisés y Elías ya se estaban separando de Jesús), sino que continuara. La noche de la última Pascua en un principio se negó enérgicamente a que Jesús le lavase los pies, pero al ser reprendido quiso también que le lavase la cabeza y las manos. (Jn 13:5-10.) Sin embargo, se puede ver que en el fondo las expresiones de Pedro nacían de sus buenos deseos e intenciones, así como de sus fuertes sentimientos. El hecho de que se hayan incluido en el registro bíblico pone de manifiesto su valor, aunque a veces revelan ciertas flaquezas humanas de quien las pronunció.
Por ejemplo, cuando muchos discípulos tropezaron por la enseñanza de Jesús y lo abandonaron, Pedro, en nombre de todos los apóstoles, manifestó su determinación de permanecer con su Señor, quien tenía “dichos de vida eterna [...], el Santo de Dios”. (Jn 6:66-69.) Después que los apóstoles respondieron a la pregunta de Jesús acerca de lo que opinaba la gente sobre su identidad, de nuevo fue Pedro quien expresó la firme convicción: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, por lo que Jesús lo pronunció bienaventurado o “feliz”. (Mt 16:13-17.)
Pedro fue quien más veces habló, pero también fue a quien con más frecuencia se corrigió, reprendió o censuró. En una ocasión, movido por la compasión, cometió el error de atreverse a llevar a Jesús aparte y reprenderlo por haber predicho sus propios sufrimientos y su muerte como Mesías. Jesús le dio la espalda y le dijo que era un opositor, o Satanás, que ponía los razonamientos humanos por delante del propósito de Dios registrado en la profecía. (Mt 16:21-23.) Sin embargo, debe notarse que Jesús ‘miró a los otros discípulos’, lo que parece dar a entender que sabía que Pedro expresaba sentimientos que los demás compartían. (Mr 8:32, 33.) Cuando Pedro se tomó la libertad de hablar en nombre de Jesús respecto al pago de cierto impuesto, Jesús, de manera muy bondadosa, le ayudó a reconocer la necesidad de ser más reflexivo antes de hablar. (Mt 17:24-27.) Pedro manifestó exceso de confianza y cierto sentimiento de superioridad sobre los otros once cuando afirmó que aunque ellos tropezaran con relación a Jesús, él nunca lo haría, y estaría dispuesto a ir a prisión e incluso morir con Jesús. Es cierto que todos los demás respaldaron esta afirmación, pero Pedro fue el primero en decirlo y reafirmarlo “con insistencia”. Fue entonces cuando Jesús predijo que Pedro negaría a su Señor tres veces. (Mt 26:31-35; Mr 14:30, 31; Lu 22:33, 34.)
Pedro no solo era un hombre de palabras, sino de acción: demostró iniciativa, valor y un fuerte apego a su Señor. Cuando Jesús se retiró a un lugar solitario antes del amanecer, para orar, Simón no tardó mucho en ‘ir en su busca’ con un grupo de acompañantes. (Mr 1:35-37.) También fue Pedro quien pidió a Jesús que le ordenase andar sobre las aguas azotadas por la tormenta para llegar hasta donde él se hallaba, y anduvo cierta distancia antes de ceder a la duda y empezar a hundirse. (Mt 14:25-32.)
Durante la última noche de la vida terrestre de Jesús, Pedro, Santiago y Juan tuvieron el privilegio de acompañarlo al jardín de Getsemaní, donde Jesús se ocupó en orar con fervor. Al igual que los demás apóstoles, Pedro se durmió debido al cansancio y la tensión producida por la tristeza. Quizás debido a que Pedro había expresado reiteradamente su determinación de seguir a Jesús, fue a él en particular a quien se dirigió cuando dijo: “¿No pudieron siquiera mantenerse alerta una hora conmigo?”. (Mt 26:36-45; Lu 22:39-46.) Pedro no se ‘ocupó en orar’, y sufrió las consecuencias.
Cuando los discípulos vieron que la chusma estaba a punto de prender a Jesús, preguntaron si deberían luchar, pero Pedro, sin esperar respuesta, intervino cortando con la espada la oreja de un hombre (acción con la que posiblemente pretendía causar un daño mayor), para luego ser censurado por Jesús. (Mt 26:51, 52; Lu 22:49-51; Jn 18:10, 11.) Aunque Pedro abandonó a Jesús, al igual que los otros discípulos, luego siguió “de lejos” a la chusma que fue a detenerle, tal vez debatiéndose entre el temor por su propia vida y su profunda preocupación respecto a lo que le sucedería a Jesús. (Mt 26:57, 58.)
Una vez que Pedro llegó a la casa del sumo sacerdote, otro discípulo que debía haberle seguido o acompañado le ayudó para que pudiese entrar hasta el mismo patio. (Jn 18:15, 16.) Una vez allí, no permaneció discretamente callado en algún rincón oscuro, sino que fue y se calentó en el fuego. El resplandor hizo posible que se le reconociese como compañero de Jesús, y su acento galileo dio pábulo a las sospechas. Al ser acusado, Pedro negó por tres veces que conociese a Jesús, y, finalmente, llevado por la vehemencia de su negación, llegó a echar maldiciones. Desde alguna parte de la ciudad se oyó a un gallo cantar por segunda vez, y Jesús “se volvió y miró a Pedro”. Este, abatido, salió fuera y lloró amargamente. (Mt 26:69-75; Mr 14:66-72; Lu 22:54-62; Jn 18:17, 18; véanse CANTO DEL GALLO; JURAMENTO.) Sin embargo, la súplica que Jesús había hecho a favor de Pedro con anterioridad recibió respuesta, y su fe no desfalleció por completo. (Lu 22:31, 32.)
Después de la muerte y resurrección de Jesús, el ángel les dijo a las mujeres que fueron a la tumba que llevaran un mensaje a “sus discípulos y a Pedro”. (Mr 16:1-7; Mt 28:1-10.) Cuando María Magdalena comunicó el mensaje a Pedro y a Juan, los dos salieron corriendo hacia la tumba y Juan llegó primero. Mientras que este se detuvo frente a la tumba y tan solo miró al interior, Pedro entró hasta dentro, seguido luego por Juan. (Jn 20:1-8.) El que Jesús se le apareciera antes que al grupo de discípulos y el que el ángel le hubiese nombrado específicamente a él, debió confirmar al arrepentido Pedro que su triple negación no había cortado para siempre su relación con el Señor. (Lu 24:34; 1Co 15:5.)
Antes que Jesús se manifestara a los discípulos en el mar de Galilea (Tiberíades), Pedro, con su característico dinamismo, dijo a los demás que se iba a pescar, y ellos decidieron acompañarlo. Más tarde, cuando Juan reconoció a Jesús en la playa, Pedro se echó al agua impulsivamente y nadó a tierra, dejando que los demás llevaran la barca. No obstante, fue Pedro quien luego, al pedir Jesús unos peces, se fue y llevó la red a la orilla. (Jn 21:1-13.) En esta ocasión Jesús le preguntó tres veces a Pedro (quien había negado tres veces a su Señor) si le amaba, dándole la comisión de ‘pastorear sus ovejas’. Jesús también predijo cómo moriría Pedro, quien al ver al apóstol Juan, preguntó: “Señor, ¿qué hará este?”. Una vez más, Jesús corrigió su punto de vista y le señaló la necesidad de que ‘fuera su seguidor’, sin preocuparse por lo que los demás pudieran hacer. (Jn 21:15-22.)
3 Santiago - Hijo de Zebedeo;
Hermano de Juan y uno de los doce apóstoles de Jesucristo. (Mt 10:2.) Parece ser que su madre se llamaba Salomé, según se deduce al comparar dos relatos del mismo acontecimiento. Uno menciona a “la madre de los hijos de Zebedeo”, y el otro la llama “Salomé”. (Mt 27:55, 56; Mr 15:40, 41; véase SALOMÉ núm. 1.) La comparación de estos relatos con el de Juan 19:25 parece indicar que Salomé era la hermana carnal de María, la madre de Jesús. En ese caso, Santiago sería primo hermano de Jesús.
En el año 30 E.C., Santiago y su hermano estaban trabajando con su padre en el negocio de la pesca cuando Jesús los llamó, al igual que a sus socios Pedro y Andrés, para que fuesen sus discípulos y “pescadores de hombres”. En respuesta a la llamada de Jesús, Santiago y Juan dejaron aquel negocio de pesca, que era lo bastante importante como para tener asalariados y formar una sociedad con Pedro y Andrés. (Mt 4:18-22; Mr 1:19, 20; Lu 5:7-10.)
Al año siguiente, 31 E.C., cuando Jesús designó a doce de sus discípulos para que fuesen apóstoles, Santiago fue uno de los seleccionados. (Mr 3:13-19; Lu 6:12-16.)
A Pedro, Santiago y Juan se les menciona varias veces juntos y en compañía estrecha con Cristo. Por ejemplo, estos tres fueron los únicos que estuvieron presentes con él en el monte de la transfiguración (Mt 17:1, 2), fueron los únicos apóstoles que recibieron la invitación de entrar en la casa para ser testigos de la resurrección de la hija de Jairo (Lu 8:51) y fueron quienes estuvieron más cerca de Jesús en Getsemaní mientras él oraba aquella última noche. (Mr 14:32-34.) Pedro, Santiago y Juan, junto con Andrés, fueron los que preguntaron a Jesús cuándo vendría la predicha destrucción del templo de Jerusalén y cuál sería la señal de su presencia y de la conclusión del sistema de cosas. (Mr 13:3, 4.) A Santiago siempre se le menciona junto con su hermano Juan, y en la mayoría de los casos su nombre es el que aparece en primer lugar, lo que quizás indique que era el mayor de los dos. (Mt 4:21; 10:2; 17:1; Mr 1:19, 29; 3:17; 5:37; 9:2; 10:35, 41; 13:3; 14:33; Lu 5:10; 6:14; 8:51; 9:28, 54; Hch 1:13.)
Jesús dio a Santiago y a su hermano el sobrenombre de Boanerges, término semítico que significa “Hijos del Trueno” (Mr 3:17), quizás debido a su naturaleza enérgica, fogosa y entusiástica. En una ocasión, por ejemplo, cuando ciertos samaritanos no mostraron hospitalidad a Jesús, Santiago y Juan querían hacer bajar fuego del cielo para aniquilarlos. Aunque Jesús los reprendió por pedir tal venganza, aquella actitud indicaba su justa indignación y también su fe. (Lu 9:51-55.) También abrigaban la ambición de ocupar los puestos más importantes en el Reino, a la derecha y a la izquierda de Jesús, y al parecer hicieron que su madre (posiblemente la tía de Jesús) le solicitara tales favores. Después de explicar que esas decisiones las toma el Padre, Jesús aprovechó la oportunidad para señalar que ‘el que quisiera ser el primero entre ellos tenía que ser esclavo de ellos’. (Mt 20:20-28.)
Santiago debió morir en el año 44 E.C. Herodes Agripa I hizo que lo ejecutaran con la espada. Fue el primero de los doce apóstoles que murió mártir. (Hch 12:1-3.)
4 Santiago de Alfeo
Otro apóstol de Jesucristo; hijo de Alfeo. (Mt 10:2, 3; Mr 3:18; Lu 6:15; Hch 1:13.) Generalmente se cree que Alfeo y Clopas eran la misma persona, lo que es bastante probable, en cuyo caso la madre de Santiago sería María, “la madre de Santiago el Menos y de Josés”. (Jn 19:25; Mr 15:40; Mt 27:56.) Puede que se le haya llamado Santiago el Menos debido a ser de menor estatura o más joven que el otro apóstol Santiago, el hijo de Zebedeo.
5 Judas Tadeo
Uno de los doce apóstoles, llamado también Tadeo y “Judas hijo de Santiago”. En las listas de los apóstoles registradas en Mateo 10:3 y Marcos 3:18, se menciona juntos a Santiago, el hijo de Alfeo, y a Tadeo; mientras que en Lucas 6:16 y Hechos 1:13 Tadeo no está incluido y en su lugar aparece “Judas hijo de Santiago”, lo que lleva a la conclusión de que Tadeo era otro nombre con el que se conocía al apóstol Judas. Es posible que a veces se emplease el nombre Tadeo para no confundir a los dos apóstoles llamados Judas. Algunos traductores vierten Lucas 6:16 y Hechos 1:13 de la siguiente forma: “Judas hermano de Santiago”, ya que en griego no se indica el grado de parentesco. No obstante, en la Peshitta siriaca se incluye la palabra “hijo”. Como consecuencia, varias versiones optan por la lectura: “Judas, hijo de Santiago [o, Jacobo]” (BAS; BI; FF; HAR; LT; NM; Val, 1989). La única referencia bíblica en la que aparece el nombre de Judas solo es Juan 14:22. Este versículo se refiere a él como “Judas, no el Iscariote”, lo que permite distinguir al Judas del que se habla.
En Mateo 10:3, algunas versiones (Besson; ENP; PNT; TNV; Val; VP, edición de España) incluyen antes de “Tadeo” la expresión “Lebeo, por sobrenombre”, o algo similar. Esta lectura, que concuerda con el “texto recibido”, se omite en el texto más reciente de Westcott y Hort, pues no aparece en algunos manuscritos, como, por ejemplo, el Sinaítico.
6 Judas Iscariote
Hijo de Simón y apóstol infame que traicionó a Jesús. La Biblia suministra poca información directa sobre su familia y sus antecedentes. Tanto él como su padre se llamaban Iscariote. (Lu 6:16; Jn 6:71.) Por lo general se ha entendido que este término indicaba que eran de Queriyot-hezrón, un pueblo de Judea. De ser así, entonces Judas era el único de los doce apóstoles que procedía de Judea, ya que los demás eran galileos.
La primera vez que se menciona a Judas en los relatos evangélicos es en la lista de los apóstoles, algún tiempo después de la Pascua de 31 E.C. y alrededor de un año y medio después que Jesús empezó su ministerio. (Mr 3:19; Lu 6:16.) Es lógico pensar que Judas había sido discípulo por cierto tiempo antes de que Jesús le hiciese apóstol. Aunque muchos escritores presentan una imagen totalmente negativa de Judas, es obvio que durante un tiempo fue un discípulo favorecido por Dios y por Jesús, como lo prueba su elección para apóstol. Además, se le confió el cuidado del dinero que tenían en común Jesús y los doce, lo que habla favorablemente de su confiabilidad en aquel tiempo y de sus aptitudes y cultura, pues aunque Mateo tenía experiencia en la administración de dinero y en matemáticas, no recayó en él esta responsabilidad. (Jn 12:6; Mt 10:3.) Sin embargo, Judas se corrompió por completo y sin remisión alguna. Esta debe ser la razón por la que se le coloca el último en la lista de los apóstoles, y se le llama Judas “que más tarde lo traicionó” o “que se volvió traidor”. (Mt 10:4; Lu 6:16.)
Se corrompe. Cuando se acercaba la Pascua de 32 E.C., a Judas y al resto de los apóstoles se les envió a predicar. (Mt 10:1, 4, 5.) Poco después de que Judas regresó y cuando aún no había transcurrido un año desde que se le hizo apóstol, Cristo lo denunció públicamente, aunque no dijo su nombre. Algunos discípulos dejaron a Jesús, escandalizados por sus enseñanzas, pero Pedro dijo que los doce se adherirían a él. En respuesta, Jesús reconoció que él había escogido a los doce, pero dijo: “Uno de ustedes es calumniador [gr. di•á•bo•los, que significa “diablo” o “calumniador”]”. El relato explica que Judas ya era un calumniador y que “iba a traicionarlo, aunque era uno de los doce”. (Jn 6:66-71.)
Juan dice en relación con este incidente: “Jesús supo desde el principio [...] quién era el que lo traicionaría”. (Jn 6:64.) Gracias a las profecías de las Escrituras Hebreas, Cristo sabía que lo traicionaría un asociado íntimo. (Sl 41:9; 109:8; Jn 13:18, 19.) Debido a su presciencia, Dios había visto que tal persona se volvería traidora; pero no concuerda con las cualidades de Dios y con sus tratos en el pasado pensar que Judas tenía que fallar, como si estuviese predestinado. (Véase PRESCIENCIA, PREDETERMINACIÓN.) Antes bien, como ya se ha mencionado, al principio de su apostolado Judas era fiel a Dios y a Jesús. Por consiguiente, cuando Juan dijo que Jesús lo reconoció “desde el principio”, se refería al tiempo en el que Judas comenzó a comportarse mal y a ceder a la imperfección y a las inclinaciones pecaminosas. (Jn 2:24, 25; Rev 1:1; 2:23.) Judas debió saber que él era el “calumniador” al que Jesús había hecho alusión, pero continuó viajando con Jesús y con los apóstoles fieles sin hacer ningún cambio.
La Biblia no entra en detalles en cuanto a los motivos de su proceder corrupto, pero un incidente ocurrido el 9 de Nisán de 33 E.C., cinco días antes de la muerte de Jesús, aclara este aspecto. En Betania, en la casa de Simón el leproso, María, la hermana de Lázaro, ungió a Jesús con un aceite perfumado valorado en 300 denarios, aproximadamente el salario de un año para un trabajador. (Mt 20:2.) Judas protestó con vehemencia, aduciendo que el aceite podía haberse vendido y el dinero “dado a los pobres”. Por lo visto, otros apóstoles simplemente asintieron a lo que parecía ser una razón válida, pero Jesús los reprendió. La verdadera razón de Judas para presentar su objeción era que tenía a su cargo la caja del dinero y “era ladrón [...] y se llevaba el dinero” que se ponía en ella. De manera que para aquel entonces el codicioso Judas ya había hecho del robo una práctica. (Jn 12:2-7; Mt 26:6-12; Mr 14:3-8.)
El precio de la traición. Es muy posible que Judas se sintiera herido por la reprensión de Jesús en cuanto al uso del dinero. En ese momento “Satanás entró en Judas”, probablemente en el sentido de que este apóstol traidor cedió a la voluntad del Diablo y permitió que le utilizase para llevar a cabo sus designios y truncar así el cometido de Cristo. Unos días después, el 12 de Nisán, Judas fue a los principales sacerdotes y a los capitanes del templo para ver cuánto le pagarían por traicionar a Jesús, con lo que volvió a poner en evidencia su avaricia. (Mt 26:14-16; Mr 14:10, 11; Lu 22:3-6; Jn 13:2.) Los principales sacerdotes se habían reunido aquel día con los “ancianos del pueblo”, los hombres influyentes del Sanedrín. (Mt 26:3.) Es posible que se llamase a los capitanes del templo debido a su influencia y con el fin de dar una apariencia legal a la detención que se planeara contra Jesús.
¿Por qué ofrecieron los líderes religiosos judíos solamente 30 piezas de plata por la traición de Jesús?
El precio ofrecido fue 30 piezas de plata (66 dólares [E.U.A.], si eran siclos). (Mt 26:14, 15.) Parece ser que los líderes religiosos fijaron esta cantidad con el propósito de mostrar su desprecio por Jesús y que lo consideraban de poco valor. Según Éxodo 21:32, el precio de un esclavo era de 30 siclos. Esa fue la cantidad que le pagaron a Zacarías, “treinta piezas de plata”, por su labor como pastor del pueblo. Jehová despreció esta cantidad por lo escasa que era, y consideró el salario que se le dio a Zacarías como un exponente del aprecio que el pueblo infiel sentía por Dios mismo. (Zac 11:12, 13.) Por consiguiente, al ofrecer solo 30 piezas de plata por Jesús, los líderes religiosos dieron a entender que no valía mucho. Al mismo tiempo cumplieron Zacarías 11:12, donde se predijo que tratarían a Jehová como de poco valor al tratar así al representante que Él había enviado para pastorear a Israel. El corrupto Judas “consintió [en el precio], y se puso a buscar una buena oportunidad para traicionarlo [a Jesús] a ellos sin que estuviera presente una muchedumbre”. (Lu 22:6.)
La última noche con Jesús. A pesar de haberse vuelto contra Cristo, Judas continuó con él. El 14 de Nisán del año 33 E.C. se reunió con Jesús y los apóstoles para celebrar la Pascua. En el transcurso de la cena de la Pascua, Jesús ministró a sus apóstoles lavándoles humildemente los pies. Hipócritamente, Judas también permitió que Jesús se los lavase a él. Pero Jesús dijo: “No todos ustedes están limpios”. (Jn 13:2-5, 11.) También mencionó que uno de los apóstoles que en aquellos momentos estaba allí, en la mesa, lo traicionaría. Tal vez para evitar dar la impresión de que era el culpable, Judas preguntó si era él. Para identificarle, Jesús mojó un bocado y se lo dio a Judas, diciéndole: “Lo que haces, hazlo más pronto”. (Mt 26:21-25; Mr 14:18-21; Lu 22:21-23; Jn 13:21-30.)
Judas dejó el grupo inmediatamente. Al comparar Mateo 26:20-29 con Juan 13:21-30 se ve que partió antes de que Jesús instituyera la celebración de la Cena del Señor. Es evidente que Lucas no presenta este incidente en estricto orden cronológico, pues Judas sin duda ya había partido para cuando Cristo encomió al grupo por haber continuado con constancia a su lado, un encomio que Judas no merecía, como tampoco merecía el que se le hubiese introducido en el “pacto [...] para un reino”. (Lu 22:19-30.)
Más tarde, Judas halló a Jesús y a sus fieles apóstoles en el jardín de Getsemaní, un lugar que el traidor conocía bien, pues se habían reunido allí en otras ocasiones. Llevaba consigo una gran multitud, entre la que se hallaban soldados romanos y un comandante militar. La chusma portaba garrotes y espadas, así como antorchas y lámparas, que necesitarían en caso de que las nubes cubriesen la luna llena o Jesús se hallara en un lugar oscuro. Los romanos no reconocerían a Jesús, por lo que, según una señal acordada de antemano, Judas saludó a Cristo y, en un acto de hipocresía, “lo besó muy tiernamente”, lo que sirvió para identificarlo. (Mt 26:47-49; Jn 18:2-12.) Algún tiempo después, Judas se sintió abrumado por su culpabilidad. Por la mañana, intentó devolver las 30 piezas de plata, pero los principales sacerdotes rehusaron aceptarlas. Finalmente, arrojó el dinero en el templo. (Mt 27:1-5.)
Su muerte. Según Mateo 27:5, Judas se ahorcó. Sin embargo, Hechos 1:18 dice: “Cayendo de cabeza, reventó ruidosamente por en medio, y todos sus intestinos quedaron derramados”. Mateo dice cómo intentó suicidarse, mientras que en Hechos se registra el resultado. Combinando ambos relatos, parece que Judas intentó ahorcarse sobre algún peñasco, pero la cuerda o la rama se rompió, de modo que cayó y se reventó en las rocas que había debajo. La topografía de los alrededores de Jerusalén permite esta explicación.
En lo que respecta a su muerte, también surge la pregunta en cuanto a quién compró con las 30 piezas de plata el campo donde lo sepultaron. Según Mateo 27:6, 7, los principales sacerdotes decidieron que no podían colocar el dinero en la tesorería sagrada, así que ellos lo usaron para comprar el campo. El relato de Hechos 1:18, 19, dice sobre Judas: “Este mismo hombre, por tanto, compró un campo con el salario de la injusticia”. La respuesta parece ser que los sacerdotes compraron el campo, pero, como Judas aportó el dinero, se le podía atribuir el hecho a él. El doctor A. Edersheim señaló: “No era lícito introducir en la tesorería del templo, para la adquisición de cosas sagradas, dinero obtenido de manera ilegal. En estos casos, la ley judía disponía que se devolviese el dinero al donante, y si este insistía en darlo, había que inducirle a que lo dedicara a algo de beneficio público [...]. Por una ficción legal se entendía que el dinero era de Judas, y que él lo había destinado a la compra del conocido ‘campo del alfarero’”. (The Life and Times of Jesus the Messiah, 1906, vol. 2, pág. 575.) Esta compra sirvió para que se cumpliese la profecía de Zacarías 11:13.
Judas actuó deliberadamente, con maldad, codicia, orgullo, hipocresía e intriga. Después sintió remordimiento bajo el peso de la culpa, como le podría suceder a un asesino ante el resultado de su crimen. Sin embargo, por propia iniciativa, negoció con aquellos de quienes Jesús dijo que hacían prosélitos que estaban sujetos al Gehena dos veces más que ellos mismos y que también estaban expuestos al “juicio del Gehena”. (Mt 23:15, 33.) En la última noche de su vida terrestre, Jesús dijo con relación a Judas: “Le hubiera sido mejor a aquel hombre no haber nacido”. Más tarde, le llamó “el hijo de destrucción”. (Mr 14:21; Jn 17:12; Heb 10:26-29.)
Su sustitución. Entre la ascensión de Jesús y el día del Pentecostés de 33 E.C. Pedro, aplicando la profecía del Salmo 109:8, explicó a un grupo de unos 120 discípulos que se habían reunido, que parecía apropiado seleccionar un sustituto para Judas. Se propusieron dos candidatos y se echaron suertes; resultó escogido Matías, ‘para que tomara el lugar de este ministerio y apostolado, del cual Judas se había desviado para ir a su propio lugar’. (Hch 1:15, 16, 20-26.)
7 Mateo
(probablemente, una forma abreviada del heb. Matitías, que significa: “Dádiva de Jehová”).
Un judío, también llamado Leví, que llegó a ser apóstol de Jesucristo y escritor del evangelio que lleva su nombre. Era hijo de un tal Alfeo, y fue recaudador de impuestos antes de llegar a ser uno de los discípulos de Jesús. (Mt 10:3; Mr 2:14; véase RECAUDADOR DE IMPUESTOS.) Las Escrituras no revelan si Leví tenía también el nombre de Mateo antes de hacerse discípulo de Jesús, si lo recibió en aquel tiempo o si Jesús se lo dio cuando lo nombró apóstol.
Poco después de comenzar Jesús su ministerio en Galilea (30 o principios de 31 E.C.), llamó a Mateo, que estaba en “la oficina de los impuestos” de Capernaum o de sus inmediaciones. (Mt 9:1, 9; Mr 2:1, 13, 14.) ‘Dejándolo todo atrás, Mateo se levantó y se fue siguiendo a Jesús.’ (Lu 5:27, 28.) Quizás para celebrar que le habían llamado para seguir a Cristo, “hizo un gran banquete de recepción”, al que asistieron Jesús y sus discípulos, así como muchos recaudadores de impuestos y pecadores. Este hecho molestó a los fariseos y los escribas, quienes murmuraron debido a que Cristo comía y bebía con los recaudadores de impuestos y los pecadores. (Lu 5:29, 30; Mt 9:10, 11; Mr 2:15, 16.)
Más tarde, después de la Pascua de 31 E.C., Jesús seleccionó a los doce apóstoles, y Mateo fue uno de ellos. (Mr 3:13-19; Lu 6:12-16.) Aunque la Biblia hace varias referencias a los apóstoles como grupo, no vuelve a mencionar por nombre a Mateo hasta después de la ascensión de Cristo al cielo. Mateo vio al resucitado Jesucristo (1Co 15:3-6), recibió sus instrucciones de despedida y presenció cómo ascendía al cielo. Luego, él y los otros apóstoles volvieron a Jerusalén. Allí, en un aposento alto, estaban alojados los apóstoles, y se dice específicamente que Mateo se encontraba entre ellos. De manera que debió ser uno de los aproximadamente ciento veinte discípulos que recibieron el espíritu santo en el día del Pentecostés del año 33 E.C. (Hch 1:4-15; 2:1-4.)
8 Andrés
(de una raíz griega que significa: “hombre; varón”; probablemente: Varonil).
Hermano de Simón Pedro e hijo de Jonás (Juan). (Mt 4:18; 16:17.) Aunque la ciudad natal de Andrés era Betsaida, él y Simón vivían juntos en Capernaum cuando Jesús los llamó para que llegaran a ser “pescadores de hombres”. (Mr 1:16, 17, 21, 29; Jn 1:44.) Ambas ciudades estaban en la orilla septentrional del mar de Galilea, donde los dos hermanos se ocupaban del negocio de la pesca en sociedad con Santiago y Juan. (Mt 4:18; Mr 1:16; Lu 5:10.)
Andrés fue primero discípulo de Juan el Bautista (Jn 1:35, 40), y en el otoño del año 29 E.C., mientras estaba en la Betania del lado oriental del río Jordán, oyó a Juan el Bautista presentar a Jesús como “el Cordero de Dios”. (Jn 1:29.) Junto con otro discípulo (probablemente Juan), siguió a Jesús hasta su alojamiento y pronto se convenció de que había hallado al Mesías. Luego fue a buscar a su hermano Simón, le dijo a quién había hallado y lo condujo a Jesús. (Jn 1:36-41.) Los dos hermanos regresaron a su negocio de la pesca, pero, de seis meses a un año más tarde, después de la detención de Juan el Bautista, Jesús los invitó, junto a Santiago y a Juan, para que fueran “pescadores de hombres”. Inmediatamente abandonaron sus redes y empezaron a acompañar a Jesús. (Mt 4:18-20; Mr 1:14, 16-20.) Con el tiempo, los cuatro llegaron a ser apóstoles, y llama la atención el que en todas las listas de los apóstoles se mencione a Andrés entre los cuatro primeros. (Mt 10:2; Mr 3:18; Lu 6:14.)
A partir de entonces, a Andrés solo se le menciona de pasada. Se hace referencia a la ocasión en la que él y Felipe tratan con Jesús el problema de alimentar a unos cinco mil hombres, ocasión en la que el propio Andrés menciona que hay a mano un poco de comida, aunque él mismo ve que su recomendación es de muy poco valor práctico. (Jn 6:8, 9.) Al tiempo de la última fiesta pascual que celebraron juntos, Felipe se acercó a Andrés para consultarle sobre ciertos griegos que querían ver a Jesús, y ambos fueron a decírselo a él. (Jn 12:20-22.) Andrés era uno de los cuatro que en el monte de los Olivos le preguntaron a Jesús por la señal que marcaría el tiempo de la conclusión del sistema de cosas. (Mr 13:3.) A Andrés se le menciona por última vez poco después de la ascensión de Jesús. (Hch 1:13.)
9 Felipe
1. Uno de los primeros discípulos que estuvo entre los doce apóstoles de Jesucristo. En los relatos de Mateo, Marcos y Lucas, a Felipe solo se le menciona por nombre en las listas de los apóstoles. (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:14.) El relato de Juan es el único que da alguna información detallada sobre él.
Felipe era de la misma ciudad que Pedro y Andrés, a saber, Betsaida, en la orilla N. del mar de Galilea. Cuando oyó la invitación de Jesús: “Sé mi seguidor”, actuó de manera muy parecida a como lo había hecho Andrés el día antes. Andrés había buscado a su hermano Simón Pedro y lo había llevado a Jesús; luego Felipe hizo lo mismo con Natanael (Bartolomé), diciendo: “Hemos hallado a aquel de quien Moisés, en la Ley, y los Profetas escribieron, a Jesús, hijo de José, de Nazaret. [...] Ven y ve”. (Jn 1:40, 41, 43-49.) La declaración de que “Jesús halló a Felipe” puede indicar que ya se conocían, como también las palabras de Felipe a Natanael, pues Felipe dio el nombre de Jesús, de su familia y hasta mencionó su residencia. No se dice si existía alguna relación entre Felipe y Natanael (Bartolomé) aparte de la amistad, pero por lo general se les coloca juntos en las listas bíblicas, a excepción de en Hechos 1:13.
Con motivo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cinco días antes de la Pascua del año 33 E.C. (Mr 11:7-11), algunos griegos quisieron ver a Jesús, y le pidieron a Felipe que los presentase. Quizás se dirigieron a él atraídos por su nombre griego, o simplemente porque fue el primero a quien pudieron preguntar. De todas formas, Felipe no se sintió con autoridad de satisfacer la petición de estos griegos (quizás prosélitos), por lo que consultó primero a Andrés, con quien se le menciona en otras partes (Jn 6:7, 8) y quien tal vez tuviese una relación más estrecha con Jesús. (Compárese con Mr 13:3.) Juntos, y sin llevar consigo a los griegos, presentaron la petición a Jesús para que él decidiera. (Jn 12:20-22.) Esta actitud prudente y algo cautelosa se refleja en la respuesta que dio a la pregunta de Jesús sobre alimentar a la multitud, e incluso en su petición (hecha después de las preguntas bastante directas de Pedro y Tomás): “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”. (Jn 6:5-7; 13:36, 37; 14:5-9.) Su tacto en el trato contrasta con la manera de ser de Pedro, directa y brusca, y por lo tanto los breves relatos en los que se menciona a Felipe dejan entrever la variedad de personalidades de los apóstoles que Jesús escogió.
Debido a su estrecha relación con Natanael (Bartolomé) y con los hijos de Zebedeo, es posible que Felipe fuese uno de los dos discípulos a quienes no se identifica y que estaban en la orilla del mar de Galilea cuando el resucitado Jesús se apareció. (Jn 21:2.)
10 Bartolomé
(Hijo de Tolmai).
Uno de los doce apóstoles de Jesús, identificado por lo general con Natanael. Al comparar los relatos evangélicos, se ve que Mateo y Lucas relacionan a Bartolomé y Felipe de la misma manera que Juan asocia el nombre de Natanael con Felipe. (Mt 10:3; Lu 6:14; Jn 1:45, 46.) Para examinar los detalles sobre la actividad de este apóstol, véase NATANAEL.
11 Tomás
Apóstol de Jesucristo al que se llamaba “El Gemelo”, o Dídimo. (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:15; Jn 11:16, nota.) Parece ser que era algo impetuoso al expresar sus sentimientos o sus dudas. Sin embargo, cuando estas quedaban aclaradas, no vacilaba en confesar su creencia.
Cuando Jesús propuso regresar a Judea para despertar a Lázaro de la muerte, Tomás dijo: “Vamos nosotros también, para que muramos con él”. (Jn 11:16.) Como los judeos habían intentado apedrear a Jesús poco antes (Jn 11:7, 8), Tomás quizás intentaba animar a los otros discípulos a acompañar a Jesús aunque esto pudiera suponer unirse a Lázaro o a Jesús mismo en la muerte.
Cuando Jesús comentó que iba a preparar un lugar para los apóstoles, Tomás mostró que tenía dudas, pues dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo sabemos el camino?”. (Jn 14:2-6.) De manera similar, después de oír que Jesús había resucitado, declaró: “A menos que vea en sus manos la impresión de los clavos y meta mi dedo en la impresión de los clavos y meta mi mano en su costado, de ninguna manera creeré”. Ocho días después, cuando Jesús se apareció de nuevo a los discípulos, tuvo la oportunidad de hacer lo que había dicho. Sin embargo, no se especifica si realmente tocó las heridas en aquella ocasión. De todos modos, se convenció, y exclamó: “¡Mi Señor y mi Dios!”. Luego Cristo lo reprendió apaciblemente, diciendo: “Felices son los que no ven y sin embargo creen”. (Jn 20:24-29.)
12 Simón
Apóstol de Jesucristo, al que se distingue de Simón Pedro mediante el término “cananita”. (Mt 10:4; Mr 3:18.) Aunque es posible que se le aplicara el adjetivo z_e•l_o•t_es debido a que en un tiempo hubiese pertenecido a los celotes, un partido judío opuesto a los romanos, también puede ser que tuviera el sentido de “celoso” o “fervoroso” en sentido religioso. (Lu 6:15; Hch 1:13.)
Fuente(s):La Biblia y algunas notas por escrito, informes en la red, etc
jorwilfel · hace 9 años
9
2
Valoración del solicitante 

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Pasarte de los cuarenta logra ser difícil y más aun si dispones que enfrentarte a un cuerpo que no está en buena forma por esto, este metodo, Vieja Escuela, Nuevo Cuerpo es el programa que cada sujeto, pasada de los cuarenta necesita.
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PEDRO, ZEBEDEO Y JUAN ERAN PESCADORES.
IMAGINATE PESCADORES CORRIOSOS, GENTE SENCILLA, MUY FRANCA, MUY FUERTE Y MUY TRABAJADORA, Y A VECES PELEONERA.
PEDRO ERA MUY OCURRENTE, MUY ARREBATADO, FRANCO TODO LO DECIA, NO GUARADABA NADA, SIEMPRE LE DECIA A JESUS QUE HACER.
JUAN ERA MUY AMOROSO, PARECE QUE JUAN ERA PEQUEÑO ERA MUY AMADO POR JESUS.
ZEBEDEO. TENIA LAS CARACTERISTICAS COMUNES DE UN PESCADOR.
LEVI - ERA UN RECAUDADOR DE IMPUESTOS.
EN ESE ENTONCES LOS RECAUDADORES ERAN MUY INJUSTOS Y TENIAN QUE TENER UN CARACER RECIO PARA COBRAR LOS IMPUESTOS A VECES ERAN INJUSTOS.
TOMAS ERA INCREDULO.
LUCAS ERA DOCTOR YO PIENSO QUE TODO LO RAZONABA.
JUDAS ERA DE ESAS PERSONAS QUE TIRABAN LA PIEDRA Y ESCONDIA LA MANO, NO EXPRESABA SUS SENTIMIENTOS, ERA AMBICIOSO, LE GUSTABA EL DINERO.
LOS DISCIPULOS FUERON DIVERSOS CARACTERES, DIVERSOS ESTATUS, PÈRO TODOS TENIAN DISPOSICION. QUE ES LO QUE BUSCA DIOS NO IMPORTA LO QUE SEAS, NI COMO SEAS UNICAMENTE QUIERE DISPOSICION. -
mira que fueron seres humanos con defectos y virtudes igual que tu y que yo, lo que los hizo santos fue que depues de recibir al espiritu santo supieron usar sus defectos como virtudes
miremosle que el grupo de jesus no eran solo 12 apostoloes pues mando a predicar a 72 de 2 en 2 curar enfermedades expulsar demonios etc. esto lo hizo antes de morir.
entre los razgos que puedes ver entre ellos es que eran personas comunes con actividades comunes,
Pedro y otros eran Pescadores, ¿conoces Pescadores?¿son mal hablados, personas recias y constantes?
Mateo era recaudador de impuestos ¿conoces contadores?¿sabes lo ladrones que son?
claro despues se arrepintio de esto y lo abandono, de hecho las finanzas las llevaba Judas (Solo Dios sabe por que)
Simon el Zelote, era guerrillero ¿haz visto a los activistas que protestan por todo y contra todo?
¿a los extremistas que recurren a las armas a favor de la causa?
creo que Juan era Dicipulo de Juan el Bautista
y asi por el estilo, revisa la bilia busca a que se dedicaba cada uno y comparalos con personas de profesiones parecidas a las actuales,
muchos de ellos eran inseguros o no tenian mucha paciencia como "los hijos del Trueno" que querian hacer bajar Fuego del cielo contra las aldeas que no los quisieron recibir
Jesus Mismo era carpintero, en aquellas fechas la carpinteria era parte de la construccion
a mi me gusta verlos de esa manera como personas reales que lograron superarse a si mismas gracias a el contacto con Dios mismo y el amor al projimo, -
En esta página puedes encontrar la información que estás buscandohttp://www.urantia.org/spanish/es_docs/d...
En general eran hombres trabajadores, la mayoría pescadores aunque había recaudadores de impuestos, agricultores, etc. De caracter enérgico pero piadosos. -
Lee el libro "Caballo de Troya" de J.J. Benitez, ahi se toca ese tema....
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Eran estúpidos, crédulos, fáciles de engañar, llenos de ridícula imaginación, etc.
vvv
ResponderEliminaro
ResponderEliminarme gusto nois informa sobre la personalidad de ellos
ResponderEliminarExcelente
ResponderEliminarque tonta informacion a quien le interes esto
ResponderEliminarexcelente investigacion
ResponderEliminarmuy interesante gracias
ResponderEliminarok
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